A pesar de los sinsabores, Isabel y Fernando deben permanecer unidos si quieren ganar la guerra y ratificarse como monarcas de Castilla. Mientras Fernando y sus tropas luchan para derrotar a los rebeldes, Isabel gobierna. Se propone ser una reina justa, pero no resulta fácil: el pueblo está hambriento y los desmanes están a la orden del día. Isabel siente en propia piel el odio de su pueblo hacia los judíos.