Pilar Soto alcanzó el éxito televisivo con su participación en uno de los programas de televisión más famosos en la historia de España, el Grand Prix. Durante las temporadas de 1999 y 2000 compartió pantalla con el presentador Ramón García. Aunque no fue su primer trabajo en pantalla, ya que formó parte, en esta ocasión como pianista, en Hablando se entiende la Basca (1994), con Jesús Vázquez a la cabeza.
Sin embargo, dos años después de su participación en el programa, en 1996, se mudó a Londres para trabajar como modelo en la agencia Crawfords. Tras su periplo en la capital inglesa, Soto regresó a España para formar parte de una de las series de televisión más famosas de nuestro país, Al salir de clase, donde daba vida a Pamela. Un año después dejaría la ficción para ponerse al frente del Grand Prix que le sirvió de trampolín profesional para saltar a presentar junto a Víctor Sandoval el programa de corazón Mamma Mía.
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Aunque esta etapa pudiera parecer una fantasía para Soto, la presentadora convivió con serios problemas de anorexia y bulimia debido a la presión mediática, a los que se sumó su adicción a la medicación, al alcohol y a las drogas: "Sufrí varias sobredosis, pero yo seguí trabajando, perdí muchísimo peso", explicó Soto en una entrevista a Deluxe. Estos hechos los desveló en 2014, casi 14 años después de que entrara, como ella misma relató, "en un bucle autodestructivo".
"El tipo de vida que llevaba me llevó a vivir hasta en siete países distintos. El hecho de que nunca nadie estuviera esperándome al volver me resultaba durísimo. Siempre estaba sola, estaba vacía. No tenía amigos y no tenía a nadie", confesó al programa Camino católico. Incluso los médicos afirmaron que "había poco que hacer para salvar su vida".
Comenzaron a sucederme una serie de circunstancias muy dramáticas
Consciente que estos problemas podrían acabar con su vida, la religión llamó a su puerta. "Sabía que me estaba muriendo. En ese momento, llamé a Cristo y con los ojos de mi alma, vi su rostro. Estaba todavía en la cruz, lloraba. Y pensé: 'Dios mío, ¿qué he hecho? Perdóname, Señor. Así no, Señor. No es mi hora. Ahora entiendo que nada justifica haber atentado contra el cuerpo que me has dado", confesó al citado medio.
Por ello, y después de conversar con un cura, Soto decidió tomar los hábitos como monja en el convento de Las Clarisas en Madrilejos (Toledo). La joven pasó siete años de su vida dedicando sus días a la oración, la lectura, el rosario y la misa diaria. Un proceso que le ayudó a salir del pozo en el que estaba sumergida y le comenzar un viaje por todo el mundo, sobre todo por lugares que guardaban una relación muy especial con el catolicismo, como: Los Ángeles, San Junípero Serra, (México), Fátima (Portugal), Lourdes (Francia) o el monasterio de Guadalupe (Cáceres).
Además, en 2014, cuando presenció en directo la beatificación de Juan Pablo II, Soto decidió realizar su profesión de votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia como Franciscana Seglar de la Orden Tercera. El destinó que culminó este viaje fue Tierra Santa, que según relata El Mundo, le marcó para siempre: "Ha sido un periplo apasionante, espectacular. Recuerdo que rompí a llorar en un lago en Galilea, me emocioné muchísimo. También me volví a bautizar en el Jordán... No pudimos ir al muro de las lamentaciones porque llovía.... Pero sí al Santo Sepulcro. Escuchar misa en Getsemaní fue una espectacular. E ir a Belén, una pasada...".
Esta revelación divina marcó un antes y un después en la carrera de la azafata del Grand Prix, tanto es así que quiso plasmar su periplo y experiencia en el libro Conversión. Su labor para el catolicismo no ha sido inconveniente para que Soto compaginase su profesión en programas de televisión como en Popular TV e Intereconomía. Además, ha realizado incursiones en la cadena COPE y ha escrito en la sección Alfa y Omega, el semanario católico de ABC.