No ha sido un mal mes de septiembre para Netflix. La plataforma de 'streaming' ha introducido en su catálogo varios títulos realmente interesantes en las últimas semanas, especialmente entre los amantes del 'thriller', así que los suscriptores han tenido el mejor entretenimiento. Sin embargo, mientras estábamos ocupados disfrutando de la épica aventura que es One Piece, alucinando con El cuerpo en llamas y acabando completamente enganchados a Mi dulce niña sin esperarlo, la película sueca Un día y medio ha pasado más desapercibida de lo que debería.
Estrenada a principio de mes, la cinta es una recién llegada a la plataforma de 'streaming' y, aunque no la hayas visto en el carrusel de lo más popular, los que la han visto coinciden en que es el plan perfecto para una sesión de cine cualquier día de la semana: solo dura una hora y media y tiene un ritmo trepidante de principio a fin.
Además, Un día y medio está basada en hechos reales: un suceso real sobre el que no se conocen muchos datos pero sobre el que el director y protagonista de la película, Fares Fares, leyó hace ya bastantes años, 2008, en un artículo que le dejó huella: "Era sobre un hombre que entró en el despacho de un médico con una pistola y trató de forzar a su ex mujer a decirles dónde tenía a su hijo", explicó Fares Fares a Vogue en una entrevista. "Solo eran un par de líneas, muy cortas, pero vi una historia de amor".
Como el suceso no fue muy mediático, no existe mucha información al respecto, como su final o cómo se desenvolvieron los acontecimientos, por lo que Un día y medio, aunque inspirada en hechos reales, tiene mucho de ficción.
Sin embargo, el punto de partida de la película es tal cual compartió el actor: un hombre llamado Artan (Alexej Manvalov) irrumpe hecho un manojo de nervios en un consultorio de un médico y exige ver a su ex mujer Louise (Alma Poysti), que trabaja en el lugar. Cuando la recepcionista se resiste, el recién llegado saca un arma. En este escenario, el policía que asiste el caso, Lukas, al que interpreta el propio Fares, trata de gestionar la tensa situación. La exigencia de Artan es que se le facilite un coche y que se le lleve a ver a su hija. Tanto por el camino como el propio lugar, la tensión de la situación no deja de crecer.
Y así durante 95 minutos que, pese a lo sencillo, apenas dan un respiro al espectador: por un lado, por la constante sensación de que Artan cumpla con sus amenazas, pero principalmente por cómo el cómo se desarrolla todo afecta directamente a la ya de por sí compleja misión de terminar con éxito una negociación en la que hay en juego la vida de varios rehenes.
Algunos, los más críticos, la han considerado predecibles, pero, cumpla o no con lo que haya en tu cabeza al comenzar, la realidad es que no lo sabrás si no la permites terminar. Y el viaje es tan tenso como adictivo.
