A los nueve años, Peter Jackson pudo por fin, sostener una cámara Super 8 en sus manos por primera vez. Y con ella, decidió rodar su sueño: un remake de King Kong en stop motion. A lo largo de su infancia y adolescencia se entrenó haciendo todo tipo de cortos, desde parodias de James Bond hasta cine bélico u homenajes a Ray Harryhausen. Pero todo cambió cuando descubrió El señor de los anillos (primero en la versión animada de Ralph Bakshi) en la universidad y supo exactamente qué era lo que quería hacer con su vida.
Niños, niños, futuro, futuro
Pero no lo iba a tener tan fácil: cuando, tras muchas reuniones, aprobaron su megalómano proyecto, inmediatamente quiso ponerse en contacto con los mismísimos herederos de JRR Tolkien, bien para pedirles consejo o bien para presentar sus respetos. Pero Christopher Tolkien, el hijo del autor que durante años ha recopilado sus obras post-mortem (añadiendo unas cuantas propias por el camino) se negó en rotundo. Incluso a posteriori y tras el éxito, ha declarado que prefiere "girar la cabeza a otro lado" tras sentir que no hace justicia a la obra de su padre.
La negativa de los Tolkien no impidió a Peter Jackson entregarse en cuerpo y alma a hacer de la trilogía su gran obra maestra. Y, por supuesto, metió en ella a sus dos hijos en distintas escenas clave de las películas. En La comunidad del anillo son dos pequeños hobbits a los que les van a contar una historia. En Las dos torres son refugiados en las cuevas bajo el Abismo de Helm. Y, finalmente, en El retorno del rey son niños en Minas Tirith. Solo los más fans les pudieron echar el ojo, pero ahí están, formando parte de un hito cinematográfico imprescindible.
New Line
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Ambos repitieron escena, por cierto, en El Hobbit: Billy solo salió en la tercera parte, pero Katie lo hizo en todas ellas. ¡Ah! Y también en Mortal Engines, co-escrita por Jackson y su esposa Fran Walsh, con quien lleva 36 años de feliz matrimonio. Por cierto: el director también se reservó un papel en cada una de las películas de la saga, pero es más reconocible como el borracho que se come una zanahoria en La comunidad del anillo. Una interpretación digna de Óscar.
