Críticas
3,0
Entretenida
Infiltrado en Miami

Superdetective en Miami

por Marcos Gandía

Aunque parezca que ya hemos llegado a un punto en el cual ya alguien (todo el mundo) parece haberlo dicho todo alrededor de la nostalgia del cine de los años 80, del cine de Hollywood, se entiende, resulta que hay alguien que todavía tenía una (pen)última palabra al respecto: Omar Sy. Más que una palabra, muchas, porque el actor francés hace de su divertida logorrea uno de los puntos fuertes de esta declaración (nostálgica pero moderna a un tiempo) de amor hacia uno de los momentos más emblemáticos de esa producción popular y taquillera (asimismo innovadora, pese a lo inconsciente de ello que fueran sus protagonistas mientras lo hacían) ochentera: la irrupción, cual un cometa de vertiginoso humor de Eddie Murphy en la senda estelar (más allá de robar escenas en Entre pillos anda el juego) con la imprescindible Superdetective en Hollywood.

Por supuesto que lo que pretende Omar Sy, supongo que ya hasta las narices de ser como el negro del WhatsApp de las 'feel good movies' francesas, era 'remakear' a su medida el puñetero clásico dirigido por Martin Brest pero a la manera de un entretenidísimo traje a medida, a su medida de también cómico de primera. La premisa de la trama es casi exactamente la misma: para resolver el asesinato de un amigo, poli excéntrico (aquí no tan Serpico o Baretta como Murphy) viaja a un lugar donde encaja menos que un dirigente de VOX en la 'Pride Parade'. Así, este dicharachero, extrovertido y locuaz (lo que da pie a que Omar Sy se chotee de su incapacidad para hablar inglés, castellano e incluso francés) poli será como un elefante (que se equivoca enormemente en homenaje a Pierre Richard y las risas setenteras galas) en una cristalería.

No hay que pedirle nada más a la película: tiene persecuciones, chistes de contraste y equívocos, tiroteos, un buen y majo lavado de cara al polar más cosmopolita y guasón (cambien a Sy por Belmondo y sabrán a lo que me refiero). El cine de acción parece sentarle aquí tan bien a Sy como la esgrima humorística, y por descontado que mejor que esa tendencia a la lagrimita que amenazaba con estancarle en su carrera. Y la película, por supuesto que al servicio del actor, no es solamente una comedia al servicio de este: acierta a reescribir con bastante gracia y ritmo el espíritu, la marcha de aquellos films de acción y risas que, desgraciadamente, estaban empezando a desaparecer, convertidos en otra cosa. Infiltrado en Miami, sin ningún tipo de pretensiones, samplea ese recuerdo, esa nostalgia, y la pone a la disposición tanto de amantes de Omar Sy, de la producción francesa más comercial y cosmopolita, como de los que solo han degustado Fast And Furious diversos. En el pasado, muchos habríamos ido en tropel al cine (de verano o de barrio) a ver este exploit desenfadado, a reírnos con lo de que el compi de Sy se llame Ricardo (como Tubbs, el colegui de Sonny Crocket en la televisiva Corrupción en Miami), y a aceptar y reconocer que un buen 'fast food' no es nada malo.