Millones de copias no significa mejor
por Alicia P. FerreirósHace tres años el nombre de Freida McFadden era prácticamente desconocido. Médica de profesión y aficionada a la escritura, la autora llevaba 10 años autopublicándose sus novelas cuando una de ellas llamó la atención de una editorial: esta novela fue publicada en 2022 y se convirtió en uno de los mayores fenómenos literarios de la década. El nombre real de McFadden, puesto que se trata de un pseudónimo, sigue siendo desconocido, pero la escritora es ahora una prolífica autora superventas cuyos 'thrillers' han dado la vuelta al mundo.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que el primero de sus 'bestsellers', el que le cambió la vida, fuese adaptado a la gran pantalla. Bajo la dirección de Paul Feig, creador de la comedia de culto Freaks & Geeks y director de comedias como La boda de mi mejor amiga, Cazafantasmas (2016) o Espías, La asistenta llega también a las salas de cine en forma de un thriller cinematográfico que trata de replicar el éxito de la obra original, tras sus más de 3,5 millones de copias vendidas en todo el mundo y haber sido traducida a 45 idiomas.
Muchas eran las cosas a favor de La asistenta ya desde su punto de partida: por supuesto, el contar con una sólida base de fans en todo el mundo que quedaron cautivados por la retorcida historia de McFadden -y le brindaron la oportunidad de convertirse en trilogía- que ahora se mueren por verla en pantalla; pero también el compromiso de un director con talento que se encuentra entre esa base de seguidores y dos actrices impresionantes, Amanda Seyfried y Sydney Sweeney que sostienen la película tanto en sus mejores como en sus peores momentos.
Recapitulando un poco, el punto de partida de La asistenta es la llegada de Millie (Sweeney), una joven con un pasado turbulento que trata de reinsertarse en la sociedad, a la mansión de los Winchester, una familia adinerada y elitista que busca una empleada del hogar que viva junto a ellos.
Aunque al principio parece que todo es perfecto y que a Millie le ha tocado la lotería, la joven no tarda en darse cuenta de que su jefa, Nina (Seyfried), está muy lejos de ser la mujer amable y comprensiva que le hizo la primera entrevista. Por el contrario, el padre de la familia, Andrew (Brandon Sklenar) le parece el hombre perfecto. A medida que los secretos y miserias de los Winchester salen a la luz, Millie comienza a verse en peligro.
Es innegable que La asistenta es una de esas historias retorcidas con la capacidad de engancharte en su primera escena y no soltarte hasta el final, pero cualquiera que haya leído la obra original de McFadden sabe que su verdadero golpe de efecto está en su plot twist. Un giro de guion inesperado -y a mi parecer absurdo- en torno al cual no hay término medio: o lo abrazas y terminas el viaje a bordo de la locura que está a punto de ocurrir entre las paredes de la gigantesca mansión Winchester, o te quedas con cara de póker tratando de encontrar en qué momento se sostiene la historia que te acaban de contar para que las dos horas anteriores hayan merecido la pena y entender por qué La asistenta estaba llamada a ser una de las películas del año en vez de un telefilme de después de comer. A su favor decir, eso sí, que la recta final en su máxima explosión de violencia puede llegar a resultar bastante divertida.
No obstante, mientras a nivel de trama hace aguas -aunque fiel a la novela-, si hay algo que suma enteros a La asistenta es el trabajo de las personas implicadas, como ya se vaticinaba: por supuesto, sus actrices protagonistas y especialmente la de Amanda Seyfried, cuyas miradas pondrían los pelos de punta a cualquiera; pero también de Feig, cuyo talento se nota en los excelentes planos y la factura increíblemente cuidada de una película que, sinceramente, ojalá fuera mejor.