Armageddon marcó una época. A finales de los años 90 el cine de catástrofes estaba en su momento álgido y la destrucción de un meteorito gustó tanto a Hollywood que hizo competir en un mismo verano la película de Michael Bay con otra llamada Deep Impact, que, sin estar mal, no tenía a Bruce Willis como perforador que se hace astronauta para acabar con un meteorito a base de meterle bombas atómicas. Es que se vende sola.
Extinción asegurada
Hemos pasado últimamente por todos los desastres imaginables, desde una pandemia mundial hasta un volcán explotando, así que tampoco nos extrañaría tanto, a estas alturas, un meteorito asesino: cuando Armageddon se convierte en crónica social en lugar de ciencia ficción. En todo caso, ahora sabemos que el sacrificio de Bruce Willis no sirvió para nada, porque la Tierra habría quedado destruida de todas formas. Sí, de verdad.
Según creen los científicos, la extinción de los dinosaurios en todo el planeta estuvo causada por un meteorito de unos diez kilómetros cuadrados cuyo cráter, por cierto, se puede ver en México. En Armageddon, la roca que quieren volar en mil pedazos mide unos 700.000 kilómetros cuadrados o, lo que es lo mismo, la superficie de Texas. Al tardar tan poco en llegar al asteroide en cuestión, es inevitable llegar a la conclusión de que los cascotes resultantes caerían a la Tierra.
Y no es menos inevitable pensar que, al caer, al menos caería alguno de algo menos del 2% de longitud, 10 kilómetros cuadrados, ¿no? O sea, el mismo que acabó con los dinosaurios. Dicho de otra manera: al empezar Armageddon la humanidad ya está condenada, por mucho que pretendiesen montar el circo. En lugar de un ataque de meteorito mortal tendríamos muchos, pero seguiríamos criando malvas de todas formas. Para esto, francamente, no hacía falta tanto drama.