25 millones de dólares para 5 minutos: batió récords como la escena más cara del cine, pero la película fue un fracaso absoluto
Antonio Bret
Antonio Bret
-Redactor
Amante del cine desde que salió del útero materno y de la escritura desde que tuvo uso de razón. Ambas pasiones mezcladas construyeron un personaje que a veces ni él mismo se soporta

Hay ocasiones en las que es mejor no perseguir nuestros sueños y dejarlos estar

Mucho se habla de la película más cara de la historia del cine. En ocasiones, esto no se traduce en espectacularidad visual. Famoso (y sonoro su fracaso) el caso de Waterworld, una película que costó nada menos que 175 millones de dólares. Un presupuesto que se invirtió, entre otras cosas, en agasajar a la estrellita de turno (en este caso un Kevin Costner en la cresta de la ola, quién le ha visto y quién le ve ahora) o en reconstruir la totalidad de los escenarios destruidos por un huracán.

Poco se habla, sin embargo, de las escenas más caras de la historia del cine. Y de esto trata el tema de hoy: de un despilfarro al servicio de una película que, como Waterworld, también fue un fracaso estrepitoso, y ni siquiera ha acabado obteniendo estatus de culto, como sí ha ocurrido con la cinta de Kevin Reynolds. Se trata de la espectacular escena de inicio de Speed 2. Sí, se las veían felices con la secuela de esta película de descomunal éxito. No se volvió a repetir, no.

Speed 2
Speed 2
Fecha de estreno 25 de julio de 1997 | 2h 10min
Dirigida por Jan de Bont
Con Sandra Bullock, Jason Patric, Willem Dafoe
Usuarios
2,4
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Jan de Bont: todo por un sueño

Era el verano de 1994. Speed hacía salta en la butaca a todos los espectadores que tuvieron la suerte de verla en cines (me incluyo, que ya voy pintando canas). Ese autobús que no podía frenar, porque, si no, una bomba estallaba (un poco como el argumento de Crank, esa maravillosa película protagonizada por Jason Statham en la que no podía bajar de pulsaciones o moría) nos hizo felices a muchos. Además, fue el debut de Jan de Bont como director. Casi nada.

El director le cogió el gusto (o lo encasillaron) al cine de catástrofes. Un par de años más tarde estrenó Twister, otro taquillazo, esta vez cambiando autobuses por tornados y a Keanu Reeves y Sandra Bullock por Bill Paxton y Helen Hunt. Speed recaudó 350,4 millones de dólares; Twister, ojo, 495,7 millones. A De Bont no le tosía nadie. Era el rey de las taquillas.

20th century Fox

Sin embargo, una escena le atormentaba. La había soñado, y desde entonces, supo que debía meterla en alguna película. La escena era la siguiente, tal y como la describen en el medio Den of Geek: “un barco crucero estrellándose contra una isla con resultados devastadores”.

Le iba la movida destructiva, de eso no hay duda. Como dijera en una ocasión: “Siempre es divertido destruir cosas que parecen muy caras (...) Es mucho más divertido que destruir una caja de papel”. Lo que no es tan divertido es ver como se destruye una carrera. No digamos que Speed 2 aniquiló la carrera del holandés, pero después solo llegó a hacer dos películas más. La primera, The Haunting, de 1999 (no funcionó mal en taquilla) y la segunda, en 2003, Lara Croft Tomb Raider: La cuna de la vida. Esta es, a día de hoy, la última película dirigida por el holandés.

Obsesionado con la realidad

La secuela de Speed no se hizo de rogar. Tres años después de la original, llegaba Speed 2. En ella, de Bont pudo cumplir el sueño de seguir destruyendo cosas: en esta ocasión, un crucero contra una isla. Sin embargo, y a pesar de que los efectos visuales ya en esa época podrían haber apañado una escena realista, esa dispararía el presupuesto. Y De Bont era un director que amaba el realismo. Digamos demasiado. Y digamos que tampoco es que estuviese haciendo documentales. ¿Seguimos sumando uno más uno?

Efectivamente, decidieron hacerlo a lo artesano. Construyeron una réplica de la proa del barco. El resto sí se reconstruiría digitalmente. Un equipo de carpinteros pasó seis meses construyendo todo un embarcadero y 35 edificios para que el barco se estrellara. Bajo el embarcadero, se construyeron más de 300 metros de vías para dirigir ‘el barco’. Sin embargo, un huracán dañó parte del escenario, que tuvo que ser reconstruido.

El resultado, y a pesar de que en escena resulta impresionante, se tradujo en un gasto de 25 millones de dólares solo para esa secuencia de 5 minutos, es decir, haciendo la media, 83.000 dólares por segundo que dura la película. Pero la película fue un fracaso. Siguió estando protagonizada por Sandra Bullock, el villano esta vez sería el siempre maravilloso Willem Dafoe, pero el héroe de la función sería el sosainas de Jason Patric. Speed 2 no funcionó del todo mal en taquilla, pero rindió la mitad que su predecesora. Y eso, en una secuela, se castiga.

Y es que, indudablemente, una película protagonizada por Keanu Reeves siempre va a ser mejor que una sin él, ¿no os parece?

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