La historia es bien conocida: Harvey Weinstein (sí, ese Harvey Weinstein) gustaba de modificar las películas para adecuarlas a lo que él creía que quería el público. Era bien sabido en la industria que cinta que tocaba, cinta que acababa mutilado por un sitio u otro. El rumor, de hecho, llegó hasta Japón, cuando Miramax consiguió los derechos para distribuir en Estados Unidos las películas del Studio Ghibli, y un día le llegó un misterioso paquete a casa proveniente de la oficina de Hayao Miyazaki. Dentro, solo había dos cosas: una nota en la que ponía "Sin cortes"... y una katana. La princesa Mononoke, que era la película que en aquel momento estaban a punto de distribuir, se acabó estrenando tal cual. Y fue todo un éxito, por cierto.
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HaIAo Miyazaki
Hay una actividad en Japón que os recomiendo hacer profusamente (si conseguís entradas) para entender mejor el porqué de la adoración mundial hacia Ghibli: visitar su museo en Mitaka, cerca de Tokyo. Allí podremos ver cómo se hace cada segundo de animación utilizando todos los recursos humanos a su alcance. Es emocionante ver cómo la creatividad humana y el esfuerzo pueden dar pie a algunas de las secuencias más bellas de la historia del cine.
Algo que entronca directamente con la IA generativa y su manía de robar y hacer versiones como única manera de sobrevivir. Hoy, en particular, os vamos a enseñar La princesa Mononoke pasada por el filtro de la inteligencia artificial, exactamente lo que el Hayao Miyazaki que le envió una katana a Harvey Weinstein habría querido, sin duda.
Muchos creímos que el director nipón iba a retirarse después de El chico y la garza, pero incluso después del Óscar, que podría haber servido como colofón a su carrera, y a sus 83 años, se niega a retirarse y ya está planeando su siguiente cinta. Ojalá dure por siempre, la verdad. Genios así solo vienen una vez en la historia. Y, francamente, no tiene pinta de que las máquinas vayan a conseguir igualarle jamás.