Pensadlo fríamente: cuando Parque Jurásico apareció en los cines ni siquiera había Windows 95. Lo más avanzado en la tecnología a lo que podíamos llegar era Toy Story, y recrear tiranosaurios a tamaño real parecía absolutamente imposible. A día de hoy hay cientos de películas que no son capaces de llegar al nivel de un CGI perfecto que no se equivoca en ningún momento y hace que los reptiles parezcan más reales, incluso, que en Jurassic World y sus secuelas. O bueno. Casi. Más o menos.
CGI-Rex
Originalmente, Steven Spielberg no tenía ninguna intención de usar el ordenador en su película de dinosaurios, realizándola al completo con efectos prácticos: gigantescos animatronics de tiranosaurios y stop-motion manejado por el maestro Phil Tippet (autor de la obra maestra de la animación Mad God). Sin embargo, y a pesar de usar el desenfoque de movimiento, Spielberg no acababa de estar contento con el resultado... hasta que le demostraron que podía hacerse por CGI. Y Hollywood, en ese mismo instante, cambió para siempre.
Y sin embargo, hay algún fallito que se coló en medio de un trabajo espectacular. Particularmente, en la escena en la que el T-Rex acaba merendándose un velociráptor, si paras la escena fotograma a fotograma, verás uno, ya con el dinosaurio en la boca del rey de los lagartos, donde desaparece por arte de magia. Por supuesto, el ojo normal no lo ve, pero pasando poco a poco se hace obvio. ¡Un secreto escondido durante más de treinta años!
Nadie se explica muy bien lo que pudo pasar, pero probablemente cuando lo comprobaron pensaran "Bueno, al menos no es el grande", y, como nadie podría darse cuenta a no ser que tuviera el ojo más experimentado posible, decidieron dejarlo así, como demostración de que tiempos pasados no siempre fueron más sencillos.