Aunque hay antecesoras, se considera que la primera revista pulp de la historia se publicó en 1896, con 192 páginas en cada número. Argosy, que era su título, llevaba en pie desde 1882, y se dedicaba a narrar historias de aventuras. Sin embargo, ese año decidió eliminar toda la ficción y las ilustraciones, quedándose con las historias de crímenes escritas por autores que cobraran poco y utilizando un papel barato. Triplicó sus ventas en menos de un año y la clase trabajadora encontró entretenimiento a su nivel. ¿A que así es más fácil entender de dónde viene el "pulp" en Pulp Fiction?
Ocho patas de ficción
Aunque se considera que el pulp perdió fuelle después de la II Guerra Mundial, sus consecuencias quedaron claras a lo largo y ancho del entretenimiento audiovisual, desde cómics hasta películas y series. Prueba de ello es la mismísima Pulp Fiction, en la que Quentin Tarantino quiso trasladar uno de esos folletines al estilo Detective Book o The Pall Mall Magazine al cine. Eso sí, con un toque de calidad inesperado.
Por poner un ejemplo de hasta qué punto Tarantino quería medir la calidad de su obra, basta fijarse en un detalle del inicio de la película: en el minuto 3:45, tras Honey Bunny podemos ver a un hombre con camiseta blanca que se va al baño entre conversaciones ininteligibles de fondo. Y en un principio no sabemos quién es, pero si volvemos a ver la película, y como sabremos después... ¡Es Jules! La maravilla de la narración desordenada y el puzzle audiovisual que muchos no entendieron en su momento.
Por cierto, que originalmente estuvo a punto de no ser Samuel L. Jackson: el actor creía que el casting iba a ser solo una lectura del guion, y fue Harvey Weinstein (sí, ese Harvey Weinstein) el que insistió en que Tarantino le viera una segunda vez, haciendo la escena final de la cena. El director se quedó sin palabras y le fichó de inmediato. Eso sí, tuvo que conformarse con la peluca que vemos en la cinta, y que el ayudante del director compró por error cuando estaba buscando un afro gigantesco. No llegó la sangre al río, por suerte, y Jackson insistió en que esa le quedaría mejor. No se equivocaba, desde luego.