Corría el año 1984 cuando Sarah Jessica Parker intentaba hacerse un hueco en el mundo de la interpretación. Tenía tan solo 18 años pero tenía claro que quería ser una estrella. Era la cuarta de ocho hermanos, así que no lo tenía fácil, pero tardó poco en destacar por su talento. A mediados de los 80 fichó por la película Firstborn, un drama dirigido por Michael Apted, y conoció a alguien que cambiaría su vida: un tal Robert Downey Jr., hijo de Robert Downey Sr., que también quería ser actor.
Parker, que tenía fama de chica buena, acabó junto a un chico que en aquel momento estaba luchando contra su adicción a la drogas y el alcohol. Era demasiado joven como para hacerse cargo de la supervivencia de otra persona, pero así lo hizo. Intentaba mantenerse firme para evitar que su pareja fuera consumido por las drogas.
Como declaró en un perfil en The New Yorker:
La gente a su alrededor me despreciaba, pero le había dado estabilidad y había intentado crear un ritmo constante que le permitiera llegar a tiempo. Eso me enojaba y me avergonzaba
Mientras tanto, la carrera de él empezaba a despegar con títulos como Golpe al sueño americano, mientras que ella no conseguía aún títulos protagonistas. Estuvieron saltando de la Costa Este a la Oeste persiguiendo trabajos que les ayudaran a establecerse como actores. Lo conseguirían, pero antes tendrían que separar sus caminos.
La relación duró 7 años, hasta 1991, pero Downey Jr. no superaría sus problemas con las adicciones hasta 2003. "Me gustaba beber y tenía problemas con las drogas, y eso no encajaba con Sarah Jessica, porque es lo más alejado de su realidad. Me brindó un hogar y comprensión. Intentó ayudarme. Se enfadó muchísimo cuando no me organizaba", contó el actor de Iron Man en una entrevista con Parade en 2008, "Estaba ganando dinero. Era impredecible y temerariamente indisciplinado, y la mayor parte del tiempo estaba felizmente anestesiado".
Por su parte, la actriz de Sexo en Nueva York reconoció en un podcast de Marc Maron que aguantó tanto tiempo con él porque tenía miedo de que fuera a hacer alguna locura: "Amas a esa persona y temes que muera si no estás ahí para apoyarla cada día… Simplemente no quería que muriera".
Parece una tragedia digna de Hollywood -y en cierta parte lo es-, pero, por suerte, como muchas películas románticas, ha terminado con sus dos protagonistas alcanzando la felicidad. Solo que no juntos.
