Jurassic World: El renacer es uno de los grandes estrenos del verano. La cinta es una especie de inicio de una nueva trilogía liderada por Gareth Edwards, director especializado en ciencia ficción que ya ha demostrado su talento en películas como Monsters (2010), Godzilla (2014) y Rogue One (2016). Edwards se ha atrevido a coger el testigo de Colin Trevorrow y J.A. Bayona para continuar esta mítica saga del cine.
Todos sabían que la nueva entrega iba a estar examinada con lupa por los seguidores más fanáticos -y por los espectadores en general- y es lo que ha ocurrido. Las críticas son principalmente positivas, destacando la emoción, la acción y la familiaridad que envuelve a la historia, pero siempre destacan algún que otro defecto.
La falta de originalidad y poca evolución es uno de las más comentadas. Queda patente que después de seis películas y otras tantas producciones audiovisuales la idea del parque temático con dinosaurios con la que triunfó Steven Spielberg en 1993 está más que estirada y aunque la fórmula que utilizan siempre es rentable, termina siendo repetitiva. Habrá quien se deje convencer y quien no, de ahí que hayan salido críticas tan dispares y que mientras la crítica le da un 51%, el público sube hasta el 72%, según lo recogido en Rotten Tomatoes.
Una pena que un evento cinematográfico de esta envergadura no esté arrasando en críticas, pero la culpa viene del propio estudio, que comete un nuevo error del que los espectadores llevan mucho tiempo quejándose: la duración de las películas.
No es solo que el cerebro de la audiencia cada vez esté más frito por culpa de las redes sociales y los vídeos cortos -que también-, sino que contar la séptima historia de un parque jurásico en 2 horas y 14 minutos, que es lo que dura este Rebirth, hace que, inevitablemente, la película caiga en reiteraciones, demasiados giros de trama y un espacio para el tedio que nunca juega a favor.
Las películas de acción nunca funcionan mejor cuanto más metraje tienen. Suele suceder al contrario y las que más conectan con la audiencia son las que dan entretenimiento puro de manera rápida sin andarse por las ramas. A estas alturas nadie espera una experiencia trascendental al ir a ver una nueva cinta de Jurassic World, solo quieren reunirse por un rato con el viejo universo de siempre y que la aventura les absorba para no pensar en otra cosa.
Universal Pictures
Si eres fan de la saga probablemente vengas con un argumento en contra de mi teoría y yo misma voy a contestarlo. Todas las películas de la saga sobrepasan en unos minutos las dos horas de duración y Jurassic Park III, que se queda en hora y media, es la peor valorada de la trilogía clásica. Está claro que la duración no es lo que determina el éxito o no de una película, pero ante el enésimo 'blockbuster' de dinosaurios en la última década, ¿no es mejor sacar algo rápido y directo como una bala? Dominion, la entrega estrenada en 2022, se fue a las 2 horas y 27 minutos y es, de lejos, la que peores críticas recoge.
Uno de los mejores ejemplos de revitalización de una saga es Prey, la quinta entrega de la saga Predator que decidió tomar una vía alternativa. Tomó la esencia de la saga -básicamente, respetó las reglas de la criatura que viene a atacar a nuestro planeta- y construyó sobre ella una cinta de supervivencia pura y primitiva que funciona de maravilla. 99 minutos de acción y muchos espectadores felices.
Jurassic World no es la única franquicia que peca de exceso de metraje. Según datos de Statistica, en 2021, la duración promedio de las 10 películas más taquilleras en Estados Unidos y Canadá fue de 130,9 minutos (o dos horas y 10 minutos). Esta cifra es un 17 % superior a la media registrada en 1990: 111,8 minutos (o una hora y 51 minutos). Si la cartelera está plagada de sagas y segundas partes, ¿por qué no apostar por lo mejor por lo rápido y efectivo?