3- El club de la lucha (David Fincher, 1999)
Este filme de culto elaboraba, en base a la novela homónima de Chuck Palahniuk, un incendiario discurso político que giraba en torno a conceptos tales como el consumismo, la anarquía y la violencia. El protagonista, del que nunca llegábamos a saber el nombre, era interpretado por Edward Norton, un hombre anodino e insatisfecho con su vida que tras conocer al carismático Tyler Durden (Brad Pitt) acababa fundando el Club de la Lucha, y poco después liderando un grupo terrorista.
Durante el desenlace del filme, el personaje de Norton se rebelaba contra su compañero, sólo para descubrir que éste sólo existía en su cabeza. De hecho, todo lo que pensaba que Tyler había hecho hasta el momento -incluyendo planear un atentado multitudinario o conquistar a Marla (Helena Bonham Carter)-, habían sido sus propias acciones, producto de una increíble esquizofrenia.
2- El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980)
Después de revolucionar el cine de entretenimiento -y asentar de paso el término 'blockbuster'- con La Guerra de las Galaxias, George Lucas se centró en labores de producción para que el director Irvin Kershner se hiciera cargo de la que ha sido considerada generalmente como la mejor película de Star Wars. En esta apreciación, tienen mucho que ver su tono más adulto y oscuro, un guión extremadamente bien rematado y, sobre todo, ese dramático giro cercano al final que todos conocemos.
En el momento álgido del duelo que enfrenta a Darth Vader contra Luke Skywalker (Mark Hamill), el villano le revela al héroe una verdad aterradora: él no fue quien mató a su padre, sino que el mismo Vader es Anakin Skywalker, Jedi que acabó pasándose al Lado Oscuro. La frase "Yo soy tu padre" pertenece, desde entonces, a los anales de la historia del cine.
1- El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999)
Al igual que sucede con la anterior película, el hecho de que exista la posibilidad de que muchos sepan cómo acaba El sexto sentido antes de verla no le quita nada de mérito al guión de M. Night Shyamalan. De hecho, si este final pertenece en tal medida a la cultura popular es por el modo tan inteligente en que redefine toda la historia que hasta entonces experimentábamos.
Sin embargo, el hecho de que el doctor Malcolm Crowe esté muerto desde el principio y no lo sepa tiene una lógica aplastante, que podemos percibir en posteriores visionados y apreciar, así, cómo Shyamalan nos ha ido dejando pistas de ello. Lo cual acaba por indicarnos que los mejores finales inesperados son, en definitiva, los que descubrimos que no han podido ser otros.