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    Leos Carax: "En ocasiones uno mismo es su peor enemigo"

    Leos Carax, Marion Cotillard, Simon Helberg y los Sparks esquivan la polémica en Cannes. La ausencia injustificada de Adam Driver no ha perturbado una rueda de prensa pacífica pero enrarecida.

    A los periodistas de cine nos encanta decir que las películas "despiertan pasiones". Es una frase que evita entrar en meollos, pero cuya indeterminación captura perfectamente la tensión palpable que sobrevolaba ayer por la noche el patio de butacas de la sala Debussy, al terminar una de las películas más esperadas del Festival de Cannes.

    Annette
    Annette
    Fecha de estreno 20 de agosto de 2021 | 2h 20min
    Dirigida por Leos Carax
    Con Adam Driver, Marion Cotillard, Simon Helberg
    Medios
    4,3
    Usuarios
    3,4

    Los aplausos se hicieron esperar incluso después de haber aparecido el primero de los títulos de crédito finales... Tiempo suficiente para que un periodista español (¿quién será, será?) gritase un "¡Esto es una estafa!" que, por suerte, no fue seguido por abucheo alguno. Para con el estreno con el equipo, el ambiente fue radicalmente distinto: ante una ovación que duraría más de cinco minutos, Adam Driver, fumador empedernido, no pudo esperar más y se encendió un cigarrillo dentro de la sala, soplando el humo "con alevosía" a una cámara de la televisión francesa. Quizás sea esta la razón por la que esta mañana no se ha presentado a la rueda de prensa, quizás no.

    A lo que vamos, ¿es Annette una buena película? Sí, mucho. Sin embargo, la nueva de Leos Carax dividirá incluso a les incondicionales del cineasta francés. Para empezar, porque quien busque una trama encerrada en el surrealismo, como Holy Motors (2012), se encontrará ante una historia mucho más convencional: Adam Driver da vida a Henry McHenry, un rudo monologuista de comedia 'stand-up' que inicia una relación con la cantante de ópera Ann Defrasnoux, una Marion Cotillard bellísima, casi etérea.

    La pareja lo tiene todo: juventud, fama, riqueza y, por lo tanto, desde el minuto uno sabremos que aquello no puede sino caer. ¿Cómo? McHenry pierde el favor de su público, empiezan a aparecer noticias de un historial de abusos contra sus exparejas, y de repente nos encontramos ante una versión cruzada entre las inseguridades románticas de Ha nacido una estrella, la corrupción mediática de Joker y algo más, algo que solo puede explicarse bajo el signo inclasificable de Leos Carax. Una película que exuda contemporaneidad, pero que es, en el fondo, un enorme y artificioso patchwork de lugares comunes. Si el pulso se sostiene, la extraña pareja funciona. Y Carax, bueno, lo sostiene con maestría.

    Una comedia... ¿musical?

    Quizás lo menos comprensible de todo sea que el equipo de la película se hable de ella como una "comedia musical": a pesar de unos primeros minutos que son un auténtico fiestón de goce y energía creativa, juraría que tras casi tres horas de tragedia y caída al vacío, a nadie le quedaba un resquicio alegría al salir de la sala. A todo ello se le suman los temazos de Sparks, que mecen el pop en los brazos del sentimentalismo bestial de la música de los melodramas clásicos, lleno de cuerdas y tambores y momentos de pura elevación espiritual. Que viva el sturm und drang, y eso.

    Cuando sí nos reímos (quién sabe si de nerviosismo) fue con la primera aparición de la titular Annette: una marioneta deliberadamente antinatural que hizo de la hija de Driver y Cotillard durante buena parte de la historia y que, según ha contado el equipo en la rueda de prensa, durante el rodaje era manipulada "en vivo y directo" por titiriteros e intérpretes, sin contar con CGI alguno. Como aquella muñeca, Annette es una joya tan preciosa como siniestra, tan convencional como impactante, quizás la película que menos esperaríamos de un Leos Carax, pero también algo que solo un Carax habría podido idear. Que "despertará pasiones", eso está asegurado.

    Es el "estilo Carax", y Cannes lo conoce de sobras, por lo menos desde que el realizador presentara su 'Chico conoce a chica' en La Croisette, en 1984. Sin embargo, la rueda de prensa, una de las pocas apariciones públicas del cineasta, ha estado marcada por una extrañeza radical. Por un lado estaba la ausencia de Driver tras el revuelo del cigarrillo de ayer y, por el otro, el nerviosismo de un Carax oculto tras unas gafas de sol y muy parco en sus declaraciones. Había un enorme elefante en la sala: las similitudes de la película con la vida personal del director, cuya pareja Yekaterina Nikolaevna (junto a quien estuvo criando una niña) murió bajo circunstancias desconocidas en 2011.

    Afortunadamente, no ha habido preguntas al respecto y todo ha marchado según el protocolo. Que ni una chispa de compenetración o buen rollo, eso también. Marion Cotillard ha dado el mayor ratio de titulares del evento, si bien ninguno de ellos fuera de lo esperable. Ha remarcado, por ende, la dificultad de haber prescindido de todo lyp sync (sincronización labial) para grabar, en su lugar, todas las canciones en el set mismo, "aunque puedes explorar aquellos pequeños accidentes que en un estudio se suprimen, como, por ejemplo, fallar una respiración o una nota". La actriz nunca había cantado o visto siquiera una ópera antes de prepararse para Annette. También Cotillard ha aportado una perspectiva íntima del gran tema de la película: "Todos necesitamos que nuestros amigos y familia nos reconozcan para encontrar nuestro sitio. Yo he sido muy celebrada, pero aún siento que necesito ser reconocida".

    Simon Helberg (interpreta al pianista y compositor de Annette) estaba también en la rueda de prensa, ocupando en parte el vacío de Driver como representante del elenco. Su punto de humor habrá facilitado alguno de los momentos más cercanos de la rueda, sobre todo cuando se le ha preguntado por su pasatiempo compartido con el director del festival, Thierry Frémaux. Por lo visto, el actor ha desarrollado unas capacidades sorprendentes para las artes marciales, si bien no suficientes para encararse con Adam Driver, exmarine para las Fuerzas Armadas estadounidenses. También ha denunciado Helberg, conocido

    principalmente por su papel en The Big Bang Theory, la presión ejercida sobre los cómicos: "A veces, la necesidad de hacer reír puede llevarte a explotarte, a corromperte".

    Annette es un proyecto de muy largo recorrido, como ha explicado Russell Mael, uno de los dos miembros de Sparks. La historia encuentra sus orígenes hace nueve años, cuando su hermano "Ron y yo teníamos la idea de montar un musical e irnos de gira con él". En aquel tiempo, Russell pensaba interpretar a Henry y su hermano haría de compositor, contando con una cantante de ópera de verdad para el papel de Ann. Fue justamente en el festival de Cannes cuando tuvieron la ocasión de conocer a Leos Carax, que quedó prendado de su historia hasta el punto de reconocer que "desearía ser el tercero de los hermanos Sparks". Si Annette no sucedió antes, dice el cineasta, es porque "no sé cómo tratar con músicos".

    Lo que el director sí domina –y de una forma muy literal– parece ser su relación con el elenco. “Él me decía que hiciera cosas y yo... las hacía”, es todo lo que Marion Cotillard puede decir de su forma de trabajar en el set. Sigue: "No es que Leos nos quisiera meter en situaciones comprometidas, no a propósito, pero cada día era... No tenéis ni idea de lo difícil que es cantar mientras estás fumando", para luego rematarlo con un “todo era tan profundo que, sí, hubiéramos hecho cualquier cosa que nos pidiera”. 

    Carax parece ser un cineasta excesivo, en todos los sentidos. Simon Helberg la respalda: "Ir a rodar era como ir a misa. El rodaje fue muy silencioso, muy espiritual y también muy exigente" -aquí una pausa para sopesar sus palabras-... "De una forma bella. Algunas veces nos pedía cosas imposibles, como 'alza una mano mientras tocas el piano y, con la mano arriba, luego alza la otra', a lo que le decía, ‘entonces, ¿quieres que toque el piano sin manos?’. A ello Carax respondía: '¿no quieres defraudar a tu director

    francés, verdad?".

    Quedaba ya poco tiempo, pero el cineasta no quiso desaprovechar para ajustar cuentas respecto a su opinión para con la violencia que ejerce el personaje de Henry: "Esta película es el retrato de un hombre, que es un mal padre si quieres, una mala persona, un mal artista, pero podría haber mil versiones más de esta historia. No veo que en ella haya pizca de indulgencia, tampoco de juicio. Lo que la película defiende es que tienes que luchar por lo que quieres, pero que tienes que ir con cuidado". Añadía: "En ocasiones uno mismo es su peor enemigo". Que a los pocos minutos Leos Carax hubiera cogido ya un cigarrillo entre sus dedos y se marchara con una excusa cualquiera ("Tengo que ir a mear. Volveré") parece ser evidencia suficiente de lo que la comparecencia no fue y podría haber sido. Al cineasta lo persigue una sombra bien alargada.

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