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    "No sabíamos que el primer condenado por el mayor atentado en suelo europeo era un chico de 16 años español de Avilés"
    Alicia P. Ferreirós
    La vida con Amazon, Netflix, HBO o Disney+, la vida mejor. Le gusta perderse en los catálogos en busca de nuevas obsesiones y joyas escondidas.

    'Nos vemos en otra vida', una miniserie con un enfoque perfecto sobre la historia más desconocida del 11-M de la mano de los creadores de 'Crematorio' Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo

    El próximo lunes 11 de marzo se cumplen 20 años del peor atentado terrorista sufrido en España, pero también en Europa, en el Siglo XXI. Apenas eran las 8 de la mañana de un jueves cuando cuatro trenes de la red de Cercanías explotaron en cadena en distintas estaciones de Madrid: dos de ellos en Atocha, uno en la estación de El Pozo y otro en Santa Eugenia. Las explosiones dejaron un total de 192 víctimas mortales y 1857 personas heridas.

    Aunque al principio se creyó que los atentados habían sido perpetrados por la banda terrorista ETA, que en aquel entonces seguía en activo, rápidamente comenzaron a surgir las sospechas sobre la autoría de Al-Qaeda, hecho que se confirmaría el 13 de marzo a través de un vídeo encontrado en una papelera de cuya existencia informó una llamada anónima a Telemadrid. Las investigaciones sobre los atentados acabaron llevando a la policía hasta los autores de los atentados el 3 de abril de 2004. Concretamente hasta un piso en Leganés, donde los siete miembros de la célula islamista se inmolaron, matando también a uno de los agentes del grupo policial de los GEO a cargo del operativo.

    Como consecuencia del suicidio de los autores, solo tres personas fueron condenadas en el macroproceso judicial por los atentados del 11-M: Jamal Zougam y Othman el Gnaoui, como autores materiales, y un ciudadano español llamado Emilio Suárez Trashorras, condenado a 34.715 años de prisión como colaborador necesario. Tres años antes, en noviembre de 2004, el primer condenado por los atentados del 11-M había sido un joven de 16 años, Gabriel Montoya Vidal, por un delito de suministro de explosivos a grupo terrorista. Su testimonio fue clave para la condena de Trashorras, con quien tenía una relación de amistad y colaboró para la entrega de la dinamita.

    Nos vemos en otra vida
    Nos vemos en otra vida
    Fecha de estreno 2024-03-06 | 40 min.
    Series : Nos vemos en otra vida
    Con Pol López, Quim Ávila, Roberto Gutiérrez
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    3,2
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    "No sabíamos que el primer condenado por el mayor atentado en suelo europeo era un chico de 16 años de Avilés"

    La historia de Emilio Suárez Trashorras y de Gabriel Montoya Vidal, alias Baby, es el objeto de la nueva serie que los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, creadores de Crematorio, estrenan este miércoles 6 de marzo en la plataforma de 'streaming' Disney+: Nos vemos en otra vida.

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    Roberto Gutiérrez es Gabriel Montoya Vidal en 'Nos vemos en otra vida'

    Una serie de ficción de seis episodios que se basa en el libro del periodista Manuel Jabois Nos vemos en esta vida o en la otra sobre la entrevista que Gabriel Montoya Vidal, Baby, le concedió para hablar sobre su vinculación con el atentado yihadista, así como el sumario del caso. "Nos vemos en otra vida o en la otra" hace referencia a la última frase que uno de los terroristas le dijo a Baby tras la entrega de la mercancía.

    "Cuando leímos la novela nos pareció una forma muy, muy interesante poder contar algo tan grande y tan doloroso a la vez para para la sociedad española, desde algo tan pequeño, tan cotidiano", nos cuentan los creadores.

    Nos vemos en otra vida es el debut como actor de Roberto Gutiérrez, quien encarna el papel de Baby, aunque la serie también está protagonizada por Pol López como Emilio Trashorras; Quim Ávila como Baby adulto; Tamara Casellas como la madre de Baby, y Mourad Ouani como “El Chino”, uno de los del grupo yihadista, entre otros.

    En la serie, los Sanchez-Cabezudo relatan la historia de Baby y Trashorras en tres líneas temporales distintas que van alternándose entre sí y que ayudan a que el espectador no olvide en ningún momento que la historia que están viendo en un primer momento termina con los protagonistas jugando un papel clave en un atentado que acabaría con la vida de 192 personas. En una de las líneas temporales, Gabriel Montoya Vidal ya ha cumplido su condena en el centro de menores y trata de rehacer su vida mientras relata su historia a al propio Manuel Jabois, el autor del libro en que se basa. Las otras dos líneas temporales se corresponden con los meses anteriores al atentado, desde que Gabriel Montoya conoce a Emilio Trashorras hasta sus detenciones, y al proceso judicial.

    Cómo de lo cotidiano puede surgir algo tan terrible

    Sobre este y otros detalles de Nos vemos en otra vida, SensaCine ha tenido la oportunidad de hablar con los creadores de la nueva serie de Disney+, que ya está disponible en la plataforma y que ha conseguido narrar con un resultado perfecto una de las partes más desconocidas del 11-M. Puedes leer la entrevista completa a continuación:

    P. La participación de dos españoles en los atentados del 11 es algo que todos sabemos, pero, en realidad, lo que es la historia más profunda de Emilio Suárez Trashorras y principalmente la de la de Baby, es bastante desconocida. ¿Cómo surge la idea de hacer una serie de ficción sobre esta parte que al final fue tan fundamental en los atentados del 11-M?

    Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo. Leímos el libro de [Manuel] Jabois Nos vemos en esta vida o en la otra que salió publicado en 2016 y nos impactó mucho porque conocíamos, como dices tú, un poco en general las líneas de lo que había pasado. Habíamos seguido un poco las noticias sobre el Macrojuicio en 2007, pero cuando cogimos el libro nos dimos cuenta que no sabíamos que el primer condenado por el mayor atentado en suelo europeo era un chico de 16 años español de Avilés. Y ya solo eso te genera un desasosiego y unas ganas de conocer cómo puede suceder algo así.

    Cuando leímos la novela nos pareció una forma muy, muy interesante poder contar algo tan grande y tan doloroso a la vez para para la sociedad española, desde algo tan pequeño, tan cotidiano. Creo que esas dos escalas nos llamaban mucho la atención y creíamos que era un ángulo muy muy interesante para abordar el 11-M, que incluso que trascendía un poco al 11-M, porque es verdad que el 11-M está detrás, pero [Nos vemos en otra vida] es una historia de barrio, es una historia que nos cuenta a nosotros, como una foto de nuestro yo en los 2000, en 2004, que adquiere una dimensión mayor por todo lo que hay detrás. Pero lo que era tan interesante es que empezaba como una pequeña historia. Cómo todo empieza en cosas muy pequeñas y no como las grandes maquinaciones de mentes criminales, sino al revés, en lo pequeño, en la pequeña delincuencia. Cómo de lo cotidiano puede surgir algo tan terrible y cómo las grandes mentes o ese gran mal necesita de esto, de estas pequeñas circunstancias.

    P. Aunque ahora conozcamos la historia con la perspectiva que da el paso del tiempo, es impactante cómo una historia tan de tan de barrio, protagonizada por unos delincuentes de poca monta, acaban formando parte de algo tan monstruoso y condenados, en el caso de Trashorras, a más de 34.000 años de cárcel.

    R. Lo que realmente nos sorprendió eran esas dos escalas: el banco del barrio fumando porros y el atentado con una trascendencia casi planetaria. Hay una frase en la serie que dice: "Todo empezó cuando se cruzó en mi vida un repartidor de pollos".

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    Fotograma de 'Nos vemos en otra vida'

    P. ¿Tuvisteis claro desde el principio que queríais hacer ficción o llegasteis a plantearos la idea de que fuera una serie documental?

    R. Teníamos claro que no queríamos que fuera documental. Sí dudamos en un principio si hacer un largometraje y, de hecho, llevábamos tiempo buscando ideas para largometraje y esta era la que tenía todas las papeletas por tratarse de un protagonista único y de un único punto de vista. Pero pronto nos dimos cuenta de que había muchas cosas que contar, incluso la propia historia de Jabois.

    Aún tratándose solamente de la trama asturiana, tenía incluso ramas que tuvimos que podar para centrarlo en la historia de Baby y en su relación con Trashorras. Eso es lo que cuenta la historia. Aún así vimos que había muchas cosas que contar y lo que no quieres que te pase es que la trama asfixie el desarrollo de los personajes. Si cuentas muchas cosas, los personajes no acaban desarrollándose. Entonces entendimos que tenía que ser una miniserie, miniserie y no serie, porque la miniserie tiene un final marcado y también permite dejar espacio para desarrollar los personajes, generar secuencias, generar las grandes escenas, que es lo que finalmente recuerda uno de una serie o de una peli. La serie cuenta como cómo pudo suceder algo así, pero también el dolor que provocó.

    Su propio cuñado le describía como una persona que abre la boca y la piedra que está al lado sale corriendo

    P. ¿Cómo le habéis dado la personalidad a los personajes tratándose de personajes reales? ¿Cuánto tienen de real y cuánto tiene de ficción?

    R. Tiene mucho de real. Lo que pasa es que eso hay que ponerle carne, hueso y palabras. Pero tenemos muchos referentes. Es cierto que no estamos haciendo un documental. Es cierto que toda obra de adaptación, incluso basándose en la realidad, tiene algo de creación. Necesitas crear y distanciarte un poco de la realidad.

    En este caso, teníamos grabaciones de Emilio Suárez Trashorras declarando en los juicios en las que puedes perfectamente ver cómo habla, entenderlo, cuál es su mecanismo. Y luego teníamos declaraciones que son cintas que forman parte del juicio y que son conversaciones existían. Con lo cual, entre lo que sabíamos que había pasado, aunque no teníamos la transcripción real, y el talento de los dialoguistas que trabajaron con nosotros -los guionistas Pablo Remón, Dani Remón, Roberto Martín Maiztegui- pues se hizo una una reconstrucción de un personaje [Trashorras] que tiene muchísimo de real y al que luego la brillantez de los diálogos le han dado esa esa capacidad primero de fascinación al propio Baby y luego pues otras cosas, como que pidieran unas entradas para la final de la Copa del Rey. [...] Teníamos muchas descripciones. Su propio cuñado le describía como un personaje que habla y la piedra que está al lado sale corriendo.

    Y luego está el propio Pol [López]. [El personaje] Tiene algo, tiene algo de fascinante porque cada vez que entra por la puerta no sabes lo que va a hacer y no puedes dejar de mirar porque no sabes cómo va a reaccionar, no sabes lo que va a pasar. Y eso teníamos que encontrarlo en un actor como Pol.

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    Pol López es Emilia Suárez Trashorras en 'Nos vemos en otra vida'

    P. ¿Teníais alguna línea roja en el sentido de tener claro qué no iba a formar parte de la serie en ningún caso?

    R. La recreación del atentado. Teníamos muy claro que no íbamos a filmar de forma espectacular la explosión de los trenes, las víctimas, la sangre, los andenes. Eso no queríamos en ningún caso que fuera así. Y de hecho creo que es uno de los grandes hallazgos de la serie, donde creo que nos quedamos tranquilos a la hora de decir: 'Hemos colocado a las víctimas en el sitio que les corresponde', como como faros morales de la historia por un lado, pero sobre todo poniendo en su boca la descripción de los atentados, dándoles a ellos el protagonismo de la narración del atentado y además respetando de una forma súper respetuosa las imágenes. Creo que era una manera elegante y a la vez respetuosa de tratar a las víctimas y el atentado.

    P. Como espectador, resulta realmente sobrecogedor escuchar los relatos de las víctimas. ¿Cómo lidiáis vosotros a nivel humano con todo ese horror, tras haber profundizado tanto en todos los testimonios para introducirlos en la serie?

    R. Es un proyecto muy delicado y a nosotros una de las cosas que más nos nos tranquilizó, por decirlo de alguna manera, antes de rodar, cuando estábamos en el proceso de guion, fue contactar con la Asociación de Víctimas y con los testimonios que queríamos, y cuando vimos que ellos también sentían la necesidad de que la historia se cuente. Es uno de los hechos más importantes de la democracia de los últimos 50 años y hay muchas cosas que no se saben, que han quedado en el olvido, que no se han contado. Cuando vimos que ellos también sentían esa necesidad de contarlo, nos nos tranquilizó mucho y también nos cargó un poco de responsabilidad, sí, pero al mismo tiempo nos nos hizo andar hacia adelante con la convicción de que es una historia que teníamos que contar ahora mismo, 20 años después.

    A todos nos ha movido mucho. No sólo el pase de las víctimas, que es de los momentos más emocionales que hemos vivido los dos profesionalmente, sino todo el proceso, pasando por visitar las localizaciones reales. Estuvimos en Mina Conchita un día de lluvia de marzo, coincidiendo más o menos a la hora a la que estuvieron ellos casi por casualidad, de noche, lloviendo. Y estar en el sitio, aparcar donde aparcaron los yihadistas, el vislumbrar el camino por el que habían empezado a subir... Uf, aquello estaba cargado de una energía. Realmente fue algo que nos que nos sobrecogió a todos.

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    Fotograma de 'Nos vemos en otra vida'
    Las tres líneas temporales dan la posibilidad de confrontar permanentemente al personaje con las consecuencias de sus hechos

    P. ¿La intención siempre fue contar la historia en tres líneas temporales y que serían justo esas?

    R. Sí, yo creo que en ese sentido las tres líneas temporales lo que daban era la posibilidad de confrontar permanentemente al personaje con las consecuencias de sus hechos. Es decir, si hubiéramos empezado contando solo la historia de barrio, habríamos entrado en una historia sin saber exactamente dónde te llevaba. Yo creo que la presencia permanente de los atentados, saber la trascendencia que había tenido todo eso, te permite no ver la historia como algo banal, sino que cada pequeña acción completamente intrascendente adquiere una resonancia aún mayor, dramática.

    Eso pasa cuando lees la novela. Cuando la lees no puedes dejar de tener en la cabeza que todo eso acaba en un atentado terrorista terrible que todos teníamos en la cabeza. Es algo que queríamos reforzar en la ficción: Esta es una serie que funciona por contraposición de tiempos y de magnitudes.

    P. Es la decisión perfecta para que el espectador no logre empatizar nunca con el personaje.

    Fue una discusión durante un año. Un año en decidir cómo lo contamos precisamente por lo que tú dices, porque la ecuación que tenía nos rompía la cabeza. Seguimos a este chico porque tenemos que seguirle, porque lo fascinante es contar en primera persona la historia de este testigo. Pero ¿Cómo le sigues? ¿Cómo sigues su historia y a la vez, cómo generas la distancia para entender que moralmente no estás generando una aventura con él, sino que estás contando, periodísticamente de alguna manera la historia? Ahí está el tono de la distancia a la que colocas la cámara.

    El momento en el que decides seguirle desde cerca, cuando todavía él no es consciente de que está llevando dinamita, puedes entrar con él y mantener una distancia más cercana y compartir la fascinación que el chaval tiene por Trashorras. Todavía no es o no es consciente y no es culpable realmente de lo que sucederá después. Pero conforme va avanzando la historia, en el momento que descubre que lo está llevando dinamita y que además decide hacerlo, el proceso de la planificación de la cámara es generar una frialdad y alejarnos del personaje. Esa relación de cercanía y lejanía es lo que nos permitía contar la historia desde la estructura, que son esos tres elementos.

    P. ¿Cómo ha sido la experiencia de rodar con una actor, Roberto Gutiérrez, que nunca antes había actuado, y en un papel protagonista?

    R. Es es un viajazo el que ha hecho también. Le encontramos a la salida de un McDonald's y habíamos visto ya varios vídeos, no sé, 200 chicos. Hicimos un casting y cuando vimos a Roberto, la mirada que tiene, la sonrisa que tiene, la capacidad que tienes de ponerte con él en la cámara... Sabíamos que iba a ser él y tuvimos la suerte de poder encontrarle relativamente pronto. Tuvo una coach, María Cantuel, y estuvo dos meses aprendiendo lo que era la profesión y aguantó muy bien.

    Fueron 69 días de rodaje, de los cuales él estaba 67 a full. Sorprendente para una primera vez. Y claro, con lo que supone una producción de de tiempos súper ajustados. Ha sido un proceso con él también de descubrir a alguien que de repente su mente descubre un mundo, que es el del cine y la interpretación. Todo es nuevo, descubre una profesión y la entiende también. Fue una esponja, lo absorbía todo y además un tío con unas ganas de hacerlo bien enormes. Y luego, claro, es alguien que tiene un don, es alguien que tiene una capacidad de transmitir a través de su mirada muy potente. Es muy fácil que el espectador, aún siendo el personaje antipático, adopte su mirada porque tiene algo en su forma de mirar que enseguida nos engancha. Ha sido un un viaje y una apuesta. Podría haber no ha salido bien, pero bueno, nos ha salido bien.

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