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    Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa

    Aventuras familiares

    por Beatriz Martínez

    El cine de aventuras familiares se ha convertido en un género demodé en los últimos tiempos. Los niños cada vez se hacen adultos más deprisa, y casi pasan de ver los dibujos animados más infantiles a sentarse frente a la pantalla para disfrutar de 'Tres metros sobre el cielo' sin pausa de continuidad. Eso ha contribuido negativamente en el cine juvenil, que tanto desarrollo tuvo en los años ochenta y que ahora cada vez es más escaso. Sigue habiendo ejemplos, pero parecen lastrados por la desgana, suelen ser poco imaginativos y demasiado rutinarios. Es por esa razón que 'Viaje al Centro de la Tierra 2: La isla misteriosa' (como ya ocurría con su predecesora), sea en cierto modo una raras avis dentro de la oferta de cine comercial: un producto que no apela a la imaginería del presente o del futuro, sino del pasado (en este caso a la creada por Julio Verne en sus novelas), cuyo sentido de la acción no se encuentra subordinado a la aceleración hiperbólica sino a un itinerario bien trazado en el que cada lance tiene su espacio en el relato, y que tiene el valor añadido de ser una producción muy cuidada (con uso excelente del 3D) y bastante más ingeniosa, simpática y menos pretenciosa que otras películas de directores renombrados. Y lo más extraño: no es de la Disney, como suele ser habitual en este tipo de películas.

    'Viaje al Centro de la Tierra 2: La isla misteriosa' retoma al personaje de Sean (Josh Hutcherson), ahora convertido en un jovencito problemático después del abandono de su padre (Brendan Fraser en la primera parte). No se dan explicaciones al respecto, como también se las ahorran a la hora de aclarar por qué su madre también ha cambiado de rostro (ahora es Kristin Davis). Pero eso tampoco parece tener importancia. El caso es que el muchacho encuentra una señal codificada y da por hecho que se la envía su abuelo, el cual según sus suposiciones ha encontrado la isla perdida de los relatos de Julio Verne. Su nuevo padre, Hank (Dwayne Johnson, alias The Rock), no ha conseguido congeniar con él, así que se ofrecerá para llevarlo de excursión a la isla y así ganarse su corazón.

    Con esta premisa, el director Brad Peyton orquesta una película de aventuras y fantasía que es todo un cóctel de referencias a los grandes clásicos-modernos del género, desde la saga de Indiana Jones, pasando por 'Parque Jurásico', 'La momia' y desembocando en 'Avatar', y se divierte creando un universo hipotético en el que los animales pequeños se vuelven gigantescos y viceversa, donde se puede descubrir la ciudad perdida de la Atlántida y navegar en el mítico Nautilus. Dentro de esta despampanante naturaleza y de este decorado idílico, tendrán que sobrevivir los protagonistas, que iniciarán un viaje contrarreloj para salir de la isla al mismo tiempo que cada aventura sirve para lanzar un mensaje o una enseñanza (a la antigua usanza) y ensalzar los valores típicos americanos: la familia, la honradez y el esfuerzo y la lucha contra la adversidad en las situaciones más hostiles.

    Impagable la interpretación de The Rock en escenas como en la que le enseña a su hijastro métodos de seducción moviendo los pectorales, o comprobar cómo las viejas glorias como Michel Caine tienen el suficiente sentido del humor como para meterse en estos berenjenales. Luis Guzman vuelve a brillar como secundario y la pareja de adolescentes formada por Josh Hutcherson y Vanessa Hughes no resulta demasiado impertinente ni empalagosa.

    Lo mejor: The Rock lanzando bayas con los pectorales.

    Lo peor: The Rock cantando con el ukelele "What a Wonderful World".

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