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    To the Wonder
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    To the Wonder

    Cine de poesía

    por Carlos Losilla

    Quién iba a decir que Terrence Malick se convertiría en un cineasta amado y odiado a partes iguales, que suscitaría sentimientos tan extremos. Su silencio de veinte años, desde 'Días del cielo' (1978) hasta 'La delgada línea roja' (1998), había hecho de él una leyenda viviente que, con solo dos películas, 'Malas tierras' (1973) y la primera mencionada, revolucionó el cine americano de los 70 para retirarse luego discretamente. Pero su regreso ya fue controvertido, y entonces muchos recordamos que ni siquiera en su primera época se encontró Malick lejos de las enconadas discusiones cinéfilas: el Óscar a la mejor fotografía de 'Días del cielo' (a Néstor Almendros, por cierto) catalizó las voces que clamaban contra el excesivo preciosismo de la película, contra aquel "ejercicio de estilo" que solo en contacto con las películas posteriores ha hallado toda su razón de ser. Y 'El árbol de la vida' (2011) provocó una fractura aún más profunda al hacer visibles los elementos que ya asomaban en sus primeros trabajos, trátese de un estética cada vez más cerrada sobre sí misma o de una cierta tendencia a una "espiritualidad" ambigua, atormentada, pocas veces abordada por las imágenes cinematográficas.

    'To the Wonder' (2012), la última de sus películas estrenada por ahora entre nosotros, lleva al extremo todo lo dicho y lo hace presente en una prosa poética de inmaculada simplicidad, como si Malick estuviera desprendiéndose de todo lo accesorio para llegar a un estilo callado que transcurre como un flujo, una especie de oratorio para unas cuantas voces que desprecia el lenguaje convencional del cine y nos conduce por otros caminos.

    La historia, pues, solo es una excusa. Neil (Ben Affleck) y Marina (Olga Kurylenko), viven un romance en el Mont Saint Michel para luego trasladarse a Oklahoma, donde la tentación (Rachel McAdams) y un clima enrarecido que parece surgir de la cabeza de un sacerdote sumido en la duda perpetua (Javier Bardem, en su mejor papel para el cine americano) pondrán a prueba el amor que sienten el uno por el otro. Pero aquí no hay diálogos melodramáticos ni situaciones límite. Todo nos llega a través de voces susurrantes, que casi nunca salen de las bocas de los personajes, sino que circulan a través de los planos como un viento suave, a veces tranquilizador, a veces amenazante, siempre rodeando a las figuras que vienen y van, a las imágenes que se diluyen unas en otras, que se niegan a estabilizarse, como si la cámara no pudiera atraparlas. La fugacidad y lo efímero, como siempre en Malick, parecen ser los temas preponderantes: el Jardín del Edén es un sueño solo atisbado, inmediatamente antes de que el tiempo termine con ello.

    Sin embargo aquí, por primera vez, Malick increpa directamente a una posible trascendencia cósmica que ya se apuntaba en 'El árbol de la vida'. ¿Hay algo a lo que podamos llamar dios? Y si es así ¿dónde está, por qué no dice nada? A la manera del Bergman de los años sesenta, ese silencio universal que solo deja oír el caos de las voces humanas, de los pensamientos humanos, se enreda en imágenes que son como una evocación del paraíso en la Tierra, esa felicidad que siempre se escapa para convertirse en otra imagen. Malick, por lo tanto, encuentra la paz en el otro, en el hombre o en la mujer a quien amamos, un pacto cuya ruptura nos deja exangües y desvalidos, vagando perpetuamente por un territorio onírico que no reconocemos. De ahí la apariencia de la película, neblinosa y somnolienta, una sucesión de sombras que buscan su camino mientras escuchan su voz interior. Y de ahí también la búsqueda de la armonía que propone esta película ejemplar, de belleza convulsa y retorcida, a través de un estilo elíptico y elusivo que parece proceder de King Vidor y dirigirse hacia Stan Brackhage o quizá el último HarmonyKorine: como 'Spring Breakers' (2012), también 'To the Wonder' se precipita hacia el fondo de las imágenes para convertir lo que podría ser una historia convencional en una sinfonía abstracta de la desintegración.

    A favor: Una avalancha de sensaciones que no cesan ni siquiera una vez vista la película.

    En contra: Últimamente Malick avanza demasiado deprisa como para seguirle el paso.

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