El último reinicio de los Cuatro Fantásticos, el equivalente cinematográfico del malware, es peor que inútil. No solo raspa el fondo del barril de la película Marvel; golpea el suelo y succiona a la audiencia en un agujero negro de embotamiento que provoca el aplastamiento del alma y el coma. Y, adivina qué, es una historia de origen. Está bien. Se contrató a un joven y talentoso elenco (Miles Teller, Kate Mara, Jamie Bell, Michael B. Jordan) para renovar la trama, como una vieja puta que intenta pasar como jailbait. No vayas.
El director Josh Trank (Crónica), quien escribió el guión empapado con Simon Kinberg y Jeremy Slater, se toma una eternidad para poner las cosas en marcha. Reed Richards (Teller, actuando NAÏVE en mayúsculas) es un prodigio científico reclutado por el Dr. Franklin Storm (Reg E. Cathey) para unirse a su grupo de expertos. La hija adoptada de Storm, Sue (Mara), es una participante dispuesta. Su hijo loco por los autos, Johnny (Jordan), no tanto. A Mara y Jordan no se les da nada para que actúen, así que solo puedes mirar, ya que pierden la voluntad de intentarlo. Toby Kebbell como Victor Von Doom, el alumno amargado del Dr. Storm, compensa en exceso al exagerar todo. Pero él es el chico malo. Se puede decir porque él sigue cagando a la mejor amiga de Reed, Ben Grimm (Bell). Todo el mundo finge estar emocionado por el invento de Reed, un teletransportador que puede transportar a un mono a una dimensión alternativa. Como esta película no tiene ninguna dimensión, todos envidian al mono.