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    The Lords of Salem
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    The Lords of Salem

    Todas las fiestas (satánicas) del mañana

    por Daniel de Partearroyo

    Igual que ocurrió hace cuatro décadas, el cine de terror estadounidense actual es un burbujeante hervidero de talento y personalidades con marcada fuerza autoral. Cineastas que, aunque deban estar en contacto directo con la industria, se benefician de la relativa libertad estilística que emana de un género siempre al margen. James Wan, Ti West, Adam Wingard o Scott Derrickson, por nombrar algunos, practican un cine comercial, pero premeditadamente propio y rico en decisiones personales, unas veces más acentuadas que otras. Entre todos ellos, el caso de Rob Zombie merece ser tratado con especial dedicación. Músico heavy metal fundador de White Zombie, director de videoclips, dibujante de cómics... Tras años introduciendo referencias del cine de terror y ciencia-ficción en sus canciones, con el cambio de milenio dirigió su primer largometraje: 'La casa de los 1000 cadáveres' (2003). La brutal e irracional violencia que contenía esa revisión de 'La casa de los horrores' (Tobe Hooper, 1981) retuvo mucho tiempo su estreno comercial y es curioso ver cómo la locura terrorífica que, más allá del argumento, parecía adueñarse de la propia película durante su último tercio sirve de antecedente al mismo efecto en 'The Lords of Salem', su último trabajo.

    Como es habitual en las películas de Zombie, cada imagen de 'The Lords of Salem' está nublada por un poso pesadillesco, de mal latente esperando a hacer aparición. Es lo que pasa si, desde el prólogo, ya asistimos a un aquelarre de brujas en la localidad de Salem en el siglo XVII; aunque relatado en off por el reverendo que lo presenció, sus imágenes flamígeras y el macho cabrío nos llegan después de un par de planos en la actualidad, con Heidi (Sheri Moon, esposa del director y presencia inevitable en sus películas, que en esta ocasión ofrece su mejor interpretación), cabeceando en un coche. Después, la elipsis de una narración episódica nos la enseña despertando en su cama. Con esos dos detalles, queda claro que Heidi es nuestro referente absoluto dentro de la espiral de terror en la que se va a introducir tras recibir un misterioso disco en la emisora de radio donde trabaja como locutora (atención al puro compadreo que sabe crear Zombie con sus dos compañeros de trabajo desde la primera secuencia). El álbum pertenece a un grupo que se denomina The Lords y contiene una única melodía opresiva repetida en bucle que deja en trance a las mujeres que la escuchan; a Heidi, directamente, la enferma.

    A partir de ese planteamiento, dispuesto con la fotografía fría y la elegancia de una cinta de terror de qualité,la grandeza de 'The Lords of Salem' radica en cómo la propia narración da esquinazo a esa impresión y se va emponzoñando en paralelo al calvario de su protagonista. Heidi empieza a sentirse mal y las amigas de su casera pasan a comportarse como esquejes vecinales de 'La semilla del diablo' (Roman Polanski, 1968) con rostros de actrices míticas del cine fantástico (Judy Geeson, Patricia Quinn y Dee Wallace; Zombie siempre ha demostrado una cinefilia empedernida y muy particular). Y eso no será nada, porque el horror cósmico del filme va en aumento exponencial, devorando su propia narración y atacando así al espectador, como si se tratara de la mítica 'La fin absolue du monde' de 'El fin del mundo en 35mm' (John Carpenter, 2005). La gestación tentacular y tuberculosa del Anticristo al son del 'Requiem' de Mozart o el uso más perturbador posible de dos clásicos de la Velvet Underground son sólo un par de los momentos memorables en secuencia irracional (el Diablo escribe con renglones torcidos) que desfilan durante un tramo final recargado de simbología pervertida.

    A favor: El inquietante trabajo con la banda de sonido.

    En contra: Que no tenga dos horas más de locura abstracta desatada.

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