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    Memorias de un zombie adolescente
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Memorias de un zombie adolescente

    Este muerto está muy vivo

    por Clara Rodriguez

    Ya desde su misma producción, a 'Memorias de un zombie adolescente' le cayó el sambenito de ser la versión zombi de 'Crepúsculo'. Un flaco favor a una película que huye del romanticismo desaforado (y huero) que invadía cada uno de los fotogramas de la relamida saga vampírica. Y es que aunque la película de Jonathan Levine – director de esa pequeña rara avis llamada '50/50', aún por estrenar en nuestro país- sí asiente sus bases en el trémulo subsuelo del cine teen, éste se distancia del habitual tono blanco (y moralista) de las comedias románticas al uso para lanzarse al más sugerente terreno del esperpento posmoderno, ese que cruza las spoof movies –ahí sí existiría una ligazón con 'Crepúsculo', sólo que por la vía de la desmitificación y el chiste de trazo grueso-, los giros de tuerca de los parámetros que rigen los géneros contemporáneos –eso lo consigue en su tremendo arranque mediante el uso de una voz en off de un muerto viviente- y el exploit de la comedia gamberra adolescente.

    El planteamiento de la obra es bien sencillo: en un mundo post-apocalíptico donde conviven enfrentados humanos (presas) y zombies (cazadores) –hay un tipo de zombies más deshumanizados a modo de esqueletos rabiosos cercanos a los presentes en 'Soy leyenda'- nace una particular historia de amor –hay algo muy malsano en ella que la hace que sea más atractiva que ridícula- entre un no-muerto y la hija del general que dirige a la resistencia humana. Así, 'Memorias de un zombie adolescente' pasa por ser un largo monólogo de un personaje que, paradójicamente, es incapaz de hablar: R, el zombie protagonista y vehículo principal de la narración, cuyas reflexiones son lo mejor del film. A partir de ahí la película se convierte en algo parecido a un remake punk de 'Despertares', con los zombies tratando de recuperar su humanidad en un dislate de lo más llevadero, que hace que la parte más ñoña de la película –la historia de amor- casi quede en un segundo plano.

    A favor: El despreocupado tono humorístico de la trama y su capacidad para saber reírse de sí misma.

    En contra: Esa tendencia al subrayado romántico con el uso machacón de hits pop contemporáneos.

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