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    El extraordinario viaje de T.S. Spivet
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El extraordinario viaje de T.S. Spivet

    La América soñada

    por Gerard Casau

    Jean-Pierre Jeunet pertenece a esa casta de directores que ven cómo su relación con el público se ve inevitablemente marcada por el paso del tiempo. Porque no es lo mismo descubrir la grotesca hiperbóle de Delicatessen con fascinación de niño (o adolescente) que toparse con una fábula pacifista como la de Micmacs al cabo de dos décadas y sentirse repelido por su entusiasmo en gran angular. Nuestra mirada ha cambiado, pero las constantes de su cine se mantienen impermeables a la evolución, abriendo un abismo insalvable entre el lugar que ocupamos actualmente como espectadores y el convencimiento con que el francés sigue facturando sus alborotadas fantasías.

    Quizás el problema en que, a diferencia de Michel Gondry o Wes Anderson, Jeunet no es tanto un creador de formas como un fetichista enamorado de una determinada tipología de planos, rostros y colores, lo cual termina limitando dramáticamente la paleta expresiva de su obra. Afortunadamente, el encuentro con la novela de Reif Larsen “Las obras escogidas de T. S. Spivet” ha permitido al autor de Amelie remontar la espiral descendente en que se había convertido su filmografía.

    Planteado como un libro para leer y “mirar”, con numerosos apéndices visuales, el relato de Larsen tiene como protagonista a T. S. Spivet, un niño genio, hijo de un cowboy y de una bióloga, y que vive prácticamente aislado en un rancho de Montana. Un día, el infante gana un prestigioso premio al inventar una máquina de movimiento perpetuo, y decide emprender un viaje a través de Estados Unidos para recoger el galardón en Washington.

    En su adaptación, Jeunet se mantiene fiel a la centralidad del punto de vista del personaje principal, situando la tonalidad del filme entre una precoz inteligencia analítica y la inocencia infantil, sin duda el registro que mejor controla el cineasta. Las alegrías, anhelos y temores de Spivet llegan a la pantalla de forma obvia pero también natural, introduciendo con elegancia el trauma que dejó en el niño la muerte accidental de su hermano, y el miedo a no ser querido por sus antagónicos padres, a quienes dan vida Callum Keith Rennie y Helena Bonham Carter (una presencia adecuadísima en las imágenes de Jeunet y, no por casualidad, pareja de Tim Burton, otro director al que parece costarle horrores envejecer).

    Pero, sobre todo, la historia de Larsen permite que los ojos del francés se desplacen a un país que no es el suyo, visualizando unos Estados Unidos de colores inflamados y horizontes infinitos: la postal de una América atemporal e idílica, proyectada desde innumerables referentes cinematográficos y publicitarios, y que encuentra en El extraordinario viaje de T. S. Spivet una réplica tan fascinada como burlona. Así se refleja en el segmento en que el protagonista se esconde en una caravana publicitaria, cobijándose en una versión reducida y artificial de la felicidad estadounidense, donde el matrimonio son dos sonrientes laminas unidimensionales, el perro está hecho de cartón piedra y las patatas fritas lucen apetitosas, pero no pueden comerse porque son puro plástico. Una bienvenida descarga de ironía pop que matiza la dulzura iniciática del conjunto.

    A favor: Lo mucho que disfruta Jeunet filmando el paisaje norteamericano

    En contra: La sensación de que, en el fondo, el director ya no tiene muchas cosas nuevas que ofrecernos.

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