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    The Cloverfield Paradox
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    The Cloverfield Paradox

    Perdidos en el espacio

    por Xavi Sánchez Pons

    La estrategia de marketing del universo expandido de Cloverfield se estudiará en las escuelas: el tráiler viral de Monstruoso con guiño al Planeta de los Simios de Franklin J. Schaffner, el primer 'spin-off' o secuela –aún no está claro- rodada en secreto que fue Calle Cloverfield 10, y esta The Cloverfield Paradox, de la que casi no existía información y estrenada por sorpresa en Netflix solo una hora después de anunciarlo en un spot de televisión emitido durante el descanso de la pasada Superbowl. Es más, el gimmick –que diría William Castle- promocional de la franquicia, ese factor sorpresa, es un elemento más a valorar de la naturaleza de la misma; me atrevería a decir incluso que es algo inherente a ella.

    Si nos fijamos en lo estrictamente cinematográfico, la trilogía –uno de los juguetes más queridos de J.J. Abrams y Bad Robot- es un triunfo a pesar de que la última entrega no esté a la altura de sus predecesoras. El equipo formado por Matt Reeves, Drew Goddard y Abrams y su Monstruoso solo necesitaron 85 minutos para reivindicar el formato del found footage –denostado por la crítica y parte del público- como una apuesta narrativa tan o más respetable que cualquier otra, plantear una alegoría en clave sci-fi y terror de los miedos de los Estados Unidos post 11-S, y crear el Tiburón del siglo XXI; se trata de la monster movie de nuevo cuño definitiva y, como la película de Spielberg en su  momento, también aterrorizó a toda una generación de espectadores y elevó un argumento de serie B (en este caso concreto, el kaiju eiga japonés) a la excelencia más absoluta. Calle Cloverfield 10 de Dan Trachtenberg no superó la obra maestra de Reeves –piedra de toque del cine moderno-, pero sí que brilló como un tenso y vibrante ejercicio de suspense de cámara con giro sci-fi incluido, que nos hizo pensar en un cruce posible entre El refugio del miedo de nuestro José Ulloa y el imaginario de La guerra de los mundos. The Cloverfield Paradox, que une ligeramente –no lo acaba de explicar del todo- el universo de las tres, es la entrega más relajada y menos conseguida; un divertimento con alma de exploit de lujo (su presupuesto es de 45 millones dólares) que recupera la apuesta clara por el terror y la ciencia ficción de Monstruoso, y que toca uno de los temas más queridos por Abrams: el choque entre universos paralelos visto en Fringe.

    Lo que mejor funciona son los momentos de horror espacial a la Horizonte Final (Elizabeth Debicki emparedada en la nave donde transcurre la acción o la escena que simula el parto intestinal de Alien, resuelta aquí con un vómito de lombrices), y la comicidad cercana al slapstick del astronauta y el brazo amputado que cobra; ojo a un sembrado Chris O'Dowd. Por el contrario, lo que no acaba de cuajar es la parte dramática de la historia (los subrayados innecesarios y el arco del personaje de Gugu Mbatha-Raw), los twists resultones per previsibles del guion, y la alternancia de dos clímax paralelos de acción (uno en la Tierra y otro en el espacio) que no conviven con naturalidad.

    A favor: Chris O'Dowd y el gag del brazo amputado.

    En contra: Es muy inferior a sus predecesoras.

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