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    Transcendence
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Transcendence

    El cerebro es la pantalla

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Quizá no haya sido tan conveniente como hasta ahora la famosa frase del filósofo Gilles Deleuze que rezaba “El cerebro es la pantalla”. En Transcendence, el debut en largo de Wally Pfister, conocido por ser el director de fotografía de confianza de Christopher Nolan, se hace evidente que el orden de los factores no altera el producto y el cerebro, en este caso el de Johnny Depp, es no sólo la pantalla, sino un avatar neuronal y omnipotente que desafía toda regla natural y humana, una serie infinita de pantallas, softwares y bases de datos hiperconectadas que pretenden ser un dios. La pantalla, así pues, aspira a ser nuestro único cerebro y, con ello, nuestro cuerpo, extremidades, prótesis, mente: pretende ser el mundo entero.

    Bajo una trama distópica demasiado convencional para el asunto que se tiene entre manos, Pfister y su guionista Jack Paglen (también de puesta de largo) ensanchan la nueva ciencia-ficción centrada ya no en la ubicuidad de la tecnología y sus potenciales peligros, sino en la posibilidad de lo humano en convertirse en otro, abriéndose a la idea de cuerpos en proceso, del delirio y de la esquizofrenia y la multiplicidad. Y a su combate. Desconozco si el tándem de materias grises que está detrás del largometraje ha pensado en las implicaciones teóricas del material que trabajan (su lectura en la película se queda en un nivel tan superficial que casi da risa), pero en Transcendence hay muchas ideas, más allá de las similitudes que la cinta pueda guardar con las fantasías de Phillip K. Dick o con proyectos televisivos como Dollhouse (Joss Whedon, 2009) o Black Mirror.

    A favor: Su premisa y sus interrogantes

    En contra: El giro melodramático y convencional de la trama

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