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    Esperando al Rey
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Esperando al Rey

    Tom Hanks de Arabia

    por Marcos Gandía

    Para el alemán Tom Tykwer, la bertolucciana tragedia de un hombre (un ejecutivo) ridículo pasa por diversas fases al son de canciones de Talkin Heads, la Electric Light Orchestra y The Communards. Atraviesa desiertos, culturas que no acaba de entender, instantes donde hay cosas (demasiadas) se pierden en la traducción, largas esperas, ataques de ansiedad, jorobas que crecen en la espalda y que más que un guiño a los camellos es una fácil metáfora de los problemas, preocupaciones y cargas que esos mismos yuppies ya simplemente asalariados o náufragos del cataclismo del capitalismo llevan a cuestas.

    El personaje de Tom Hanks dice que solamente una bala de oro podrá matarle cuando cada intento de asentarse en ese incierto futuro que podría darle un contrato multimillonario en Arabia Saudí le lleva a dar con sus huesos en el suelo. Luego se sorprende porque nadie relaciona lo de la dorada bala con Lawrence de Arabia, porque nadie conoce a Lawrence de Arabia. Nosotros sí, como el escritor en cuyo best seller  Un holograma para el rey se basa esta película de un Tom Tykwer que también sabe quién es Lawrence y por ello hace de ese comercial de altas comunicaciones, encarnado con mucho espíritu y arte por Tom Hanks, un ser con demonios interiores (pero menos) que verá la luz en el desierto a pesar del jet lag.

    Pensada para contentar y llegar a todo tipo de públicos, Esperando al rey picotea de diversos géneros de la misma manera que elige su lista de temas musicales: la comedia de choque de culturas (toda la relación con su chófer local, Youssef), la comedia romántica (la doctora local), la crítica social (esa secuencia en la que el protagonista descubre a los trabajadores que están construyendo los edificios), la pesadilla kafkiana (El proceso aplicado a la burocracia árabe) y el drama de conexiones indies (de Up in the air al A propósito de Schmidt de Alexander Payne). Una miscelánea que peca a ratos de quedarse un tanto a mitad de camino e todo, que no acaba de decidirse formalmente por un lenguaje clásico o por uno más arriesgado y moderno (las soluciones visuales ante el ordenador) pero que funciona bastante mejor que propuestas similares como La pesca del salmón en Yemen. Y que en la secuencia de la fiesta clandestina en la embajada danesa casi se pone en la piel de un Rainer Werner Fasbinder certificando que las civilizaciones son oasis lujuriosos ante el fin del mundo.

    A favor: lo bien que funciona como tragicomedia personal kafkiana.

    En contra: le sobra la obvia metáfora del bulto en la espalda.

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