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    High-Rise
    Críticas
    3,5
    Buena
    High-Rise

    Rascacielos, mugre y caos

    por Quim Casas

    Antes de adaptar directamente a J. G. Ballard en Crash, David Cronenberg ya estuvo en sintonía con el escritor británico cuando realizó Vinieron de dentro de… en 1975. Entonces aún no se había publicado la novela de Ballard Rascacielos (High-Rise) –saldría poco después–, así que no se trata de adaptación alguna, pero la sintonía entre ambas obras es tan asombrosa que podríamos decir que Ballard y Cronenberg se inspiraron mutuamente, aunque el director no leyó antes la novela ni el escritor vio antes la película.

    Precisamente ha sido Jeremy Thomas, el productor de Crash y de otra experiencia límite de Cronenberg, El almuerzo desnudo, según la novela de William S. Burroughs, quien ha producido la versión cinematográfica de Rascacielos. El director, Ben Wheatley, tiene escasas coincidencias con Cronenberg, más allá de buen gusto literario, pero su película también está en sintonía no solo con la novela, si no con Vinieron de dentro de…

    No hay, por supuesto, un virus parasitario que expande la locura por un complejo residencial. El virus es la propia locura del ser humano, sus ansias de poder –en este caso de ascenso social, de clase–, pero el efecto físico, orgánico, es similar: el caos se extiende por el rascacielos que viene a sintetizar a la especie humana, la basura se amontona en los rellanos, los inquilinos dan rienda suelta a las pasiones más agresivas, el orden se agrieta y toda ética, si alguna vez existió, se desmorona.

    El director de A Field in England muestra de manera simple, directa y virulenta la visualización de la Torre Elysium, ese rascacielos donde la vida fluye de un modo distinto al del exterior. Nadie asume errores: el arquitecto del edificio asegura que la culpa del caos es del propio rascacielos mientras se refugia en la edénica atalaya del ático, donde la hierba fresca y los caballos blancos que por allí pululan no esconden las miserias que escinden poco a poco el armazón, el cemento, las paredes y ventanales; en definitiva, un sistema caduco.

    El resultado va más allá del tradicional cine o relato distópico. High-Rise pone fin a cualquier noción de utopía, estabilidad o búsqueda de la felicidad hurgando en la realidad antes que en la fantasía: es el neorrealismo del fantástico contemporáneo, tan lejos pero a la vez tan cerca de la realidad de nuestro tiempo (que ya no es el mismo que el tiempo en el que Ballard concibió su oscura elegía).

    A favor: la configuración del edificio y la visualización orgánica del caos.

    En contra: la coherencia con el caos narrativo puede convertirla en película antipática o minoritaria.

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