Todas las historias de iniciación, literarias o cinematográficas, suelen concluir cuando el o la protagonista entra en la vida adulta, en el momento en que el personaje se da cuenta de que el mundo es un escenario de límites y no un lugar donde todo es posible, idea más asociada a los sueños de la niñez. En , arranca su historia justo al revés: proponiendo un viaje a dos tiempos desde el momento en que Jo () comienza a ser adulta. La imagen que levanta el telón de la película es, en este sentido, muy bella en su función simbólica –Jo de espaldas frente a la puerta de una redacción periodística, una puerta que es un desafío profesional y una puerta por la que entra en el mundo de los adultos– y posee una hermosa rima con la última imagen del largometraje, que, por motivos obvios, no vamos a describir en esta crítica. ¡Qué reto tan complicado el de Greta Gerwig a la hora de adaptar la n
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