Lo extraño como lo ajeno se siente aquí, conforme se va desarrollando la trama, en una parte más que reconocible y cercana de lo que pudiera parecer.
El arco dramático y de transformación del protagonista se inicia con un apocado y torpe policía, cuya labor funcionarial realiza sin pasión en un tranquilo pueblo rural, y finaliza en un ser desquiciado y visceral, que se convertirá en un extraño de sí mismo, reflejo de un mal que desea excomulgar de la vida de su pequeña hija.
Este es un punto de vista más desde el cual contemplar “El extraño”, un insólito film de terror. Y decimos insólito por más de un motivo. Veámoslo con otro giro. El primer tercio se eleva sobre los cimientos del cine negro, policíaco, diríamos que criminal. Pronto los elementos se van hundiendo cada vez más en la ciénaga de un horror malsano. Llueve a mares en muchas escenas. Una atmósfera opresiva se va conjurando a modo de oscuro embrujo. El género criminal se presenta de esta manera como el desarrollo natural hacia la maldad.
Notable diseño de producción, escenografía cuidada al detalle, desafiante nivel técnico y artístico… La exigencia planteada por parte de los creadores de esta obra coreana no desfallece en ninguno de los más de 150 minutos de duración.
Tal vez el “pero” más reseñable sea cierta incoherencia a la hora de cuadrar la tesis que plantea el guion. No es cuestión de materializar la corporalidad de las almas (algo que pone sobre la mesa la película con una cita inicial del Nuevo Testamento) pero (y aquí viene el “pero”) la historia peca de tramposa en determinada escena clave. Se perdona, sobre todo teniendo en cuenta la corriente principal que está tomando el género en los últimos años con títulos como “La bruja”, “Hereditary”, “Lo que esconde Silver Lake”, “Saint Maud”, “Relic”… y los que seguirán llegando.
Es el mal, tal como lo entienden a día de hoy muchos cineasta.
Es el mal.
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