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    Negación
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Negación

    Posverdad

    por Paula Arantzazu Ruiz

    Quién sabe si se trata de una de esas casualidades que van configurando el clima de los tiempos, pero la coincidencia del estreno de Negación en un momento de declaraciones confusas, hechos sin contrastar, mentiras 2.0 y neologismos que esconden derivas radicales no ha de verse como algo baladí. Protagonizada por una Rachel Weisz que se ha afeado a conciencia para la ocasión, Negación contiene todos los elementos para haber aspirado a entrar en la carrera de los Oscar –basada en hechos reales, guionizada por el dos veces nominado David Hare (Las horas) y centrada en un proceso judicial, el caso ‘Irving contra Lipstadt’ (2000), un tipo de género que suele hacer buena fortuna en Hollywood–, pero ni siquiera la suma de todo ello es suficiente para que la cinta se posicionara en la temporada de premios. Vamos a ser claros: Negación podía haber dado mucho, muchísimo, más de sí, pero, pese a todo, su relato es tan pertinente con lo que sucede en estos momentos del siglo XXI que no habría que pasarla por alto.

    La película, de hecho, nos traslada al año cero de este siglo para explicarnos el caso que enfrentó a David Irving (interpretado por un entregado Timothy Spall) contra Deborah E Lipstadt (Weisz). Él es un historiador autodidacta negacionista, es decir, que afirma que el Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial a manos de la máquina ejecutora nazi jamás existió, y Lipstad una historiadora universitaria que investiga para desenmascarar a los negacionistas. La particularidad del caso es que Lipstad, a quien se le había acusado de calumnia, tenía que demostrar que Irving en efecto había mentido, y no al revés. Es decir, tenía que demostrar con pruebas que el Holocausto había ocurrido. Dos detalles complican el proceso: al ser realizada la demanda en Reino Unido, un país con una legislación particular, ella era la que tenía que defender su honorabilidad; y sobre las pruebas del genocidio judío, como muchos saben, no existe ni una sola imagen o notificación oficial que indique que existió la matanza, apenas algunos testimonios de los pocos supervivientes de campos de exterminio como Auschwitz.

    Como se desprende de la historia en la que está basada, Negación podía haber construido un drama judicial repleto de aristas y temblores narrativos, pero la poca destreza de Mick Jackson en las tareas de dirección ofrece como resultado un filme algo rutinario. Jackson, que había dirigido El guardaespaldas (1992), ha pasado los últimos años trabajando en la industria televisiva y ese aspecto acaba marcando la factura y el ritmo de Negación. Aún y así, hay pasajes de la película que destacar, especialmente aquellos que, tal vez intencionadamente, relacionan a Irving con políticos mediáticos como Trump. “Todo esto lo hace por su propia gloria”, se le dice en un momento a Lipstadt y es imposible no reconocer en esas palabras el ruido narcisista que ha tomado la esfera pública con el avance de las redes sociales y otros canales de comunicación. Irving, insiste la película, se ve a sí mismo como un David enfrentándose a los Goliat de la universidad del mismo modo que el ya actual presidente de los Estados Unidos presumía de ser un outsider que nada tenía que ver con la élite económica de su país. Hay muchos otros subrayados en la película que vinculan ese caso con nuestro presente, pero el filme, lamentablemente, no consigue que esos paralelismos se queden en algo más que mera moralina.

    A favor: Tom Wilkinson como David Irving es escalofriante.

    En contra: La poca audacia cinematográfica a la hora de adaptar una historia tan potente.

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