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    La seducción
    Críticas
    3,5
    Buena
    La seducción

    Del seductor al seducido

    por Violeta Kovacsics

    Una de las escenas más importantes de El seductor, la película de Don Siegel y con Clint Eastwood de 1971, discurría según los cánones de la serie B. Tras caer por las escaleras, un soldado confederado atrapado en una residencia femenina, que cree seducir pero que termina atrapado en la tela de deseos tejida por las distintas mujeres, el protagonista pasa por una amputación. La escena de la mutilación, que, en una película con una profunda carga sexual, esconde la metáfora de la castración, resulta magnífica. Siegel filma el rostro de la directora del centro, las sombras de la pierna y las herramientas se proyectan sobre la pared, en un elogio del fuera de campo. Es decir, Siegel sugiere, en una escena profundamente terrorífica, pues revela sin terminar de mostrar, dejando que la imaginación del espectador haga el resto. 

    En La seducción, el remake que Sofia Coppola ha hecho de la película de Siegel, la escena de la amputación ha sido, precisamente, mutilada. Coppola entierra el momento en una elipsis, justo después de que la directora de la residencia, interpretada aquí por Nicole Kidman, pida, frontalmente, casi a cámara, que le traigan el libro de anatomía. El momento resulta elegante, sutil, y desprende una ironía que planea, finamente, por toda la película, por una cinta que sabe distanciarse brevemente de la versión original. 

    Esta decisión de Coppola, la de suavizar bajo la forma quirúrgica de la elipsis una escena salvaje que ya giraba en torno a aquello que no se ve, desprende a su vez que esta es una película de su época. Igual que la de Siegel y Eastwood lo era de la suya. En La seducción todo aparece algo más esterilizado: el soldado es un mercenario, los deseos y las heridas de las protagonistas no se revelan a través de flashbacks, y la mutilación desaparece por completo. Coppola ha sabido preservar lo justo de la cinta de Siegel, a la vez que ha insuflado el relato de una puesta en escena distinta, que pierde quizá la furia de aquella perturbadora película de los setenta, pero que refleja, en cualquier caso, las maneras de nuestros días. 

    Lo mejor: Sus actrices.

    Lo peor: Su actor.

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