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    No te preocupes, no llegará lejos a pie
    Críticas
    3,5
    Buena
    No te preocupes, no llegará lejos a pie

    Contracultura y redención

    por Paula Arantzazu Ruiz

    En los primeros compases de No te preocupes, no llegará muy lejos a pie, Gus Van Sant nos presenta a John Callahan, el personaje de este biopic protagonizado por un Joaquin Phoenix otra vez inconmensurable, a través de un puzle narrativo que va y viene por los principales momentos biográficos de este dibujante de historietas del Portland de la contracultura. Una ponencia realizada por Callahan sirve como dispositivo inicial para ir marcha atrás y observar, como si fueran destellos de la memoria, esos hechos que atraviesan la biografía de Callahan: el accidente de coche que le dejó tetrapléjico, las sesiones de Alcohólicos Anónimos, la sonrisa de Annu (una luminosa Rooney Mara, en la que ya es su tercera cinta juntos). Es un recurso habitual en los relatos retrospectivos, pero Gus Van Sant lo utiliza para contradecir la ironía del título de este trabajo. Porque, en efecto, Callahan sí llegó muy lejos. A pesar de.

    Quizá por ello, Van Sant utiliza muchos planos de Callahan circulando en su silla de ruedas por distintas calles, como si en ese circular la historia se fuera hilvanando sola, explicándose a medida que el personaje pasa por los lugares de su memoria. Es una estrategia narrativa que puede pasar inadvertida, habida cuenta de que la fotografía de No te preocupes, no llegará muy lejos a pie no tiene ese preciosismo hipnótico e inquietante tan característico de la Trilogía de la muerte (y del caminar) que el cineasta firmó en la pasada década, pero no hay que desdeñarla a tenor del nombre que firma la foto, Christpher Blauvelt, habitual de Kelly Reichardt. Sea como fuere, Callahan circula, a velocidad casi histérica, hasta que en un momento se cae y unos skaters jovenzuelos (¡cómo no!) le ayudan a ponerse en pie (¡otra ironía!) y descubren que ese señor en silla de ruedas es un talentoso humorista gráfico al que no le falta ni mala leche ni ternura.

    Aunque la historia le vino a Van Sant hace más de 10 años de la mano del malogrado Robin Williams (el más entrañable payaso triste del cine), Callahan es uno de esos personajes 100% Van Sant: criado en la contracultura, marginal, depresivo pero bondadoso, y cruel, pero consigo mismo. La lupa de aumento del director de Elephant nos lo muestra tal cual es, y no escatima en escenas incómodas, por aquello de hacer verdadero honor a su figura, y tal vez sean las secuencias de las reuniones en Alcohólicos Anónimos las mejores escenas que ofrece la película, sobre todo aquellas en las que comparte plano con un irreconocible Jonah Hill, coach new age, hippie trasnochado y al tiempo repleto de luz, a buen seguro una de las mejores interpretaciones de su carrera.

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