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    Glass (Cristal)
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Glass (Cristal)

    La semiótica del superhéroe (o el supervillano)

    por Alejandro G.Calvo

    Recuerdo las críticas al estreno de El protegido (2000) -veterano que es uno- y, vaya, le dijeron de todo menos bonita. Entonces no estábamos tan hiperventilados de cine de superhéroes como ahora (no había llegado ni el Hulk (2003) de Ang Lee, casi del mismo corte ontológico que la de Shyamalan) y, de hecho, la película jamás se anunció como una película de superhéroes, con lo que el shock del público fue mayúsculo. Allá donde muchos buscaban encontrar una nueva película de terror en la línea de El sexto sentido (1999) se encontraban con un drama familiar, un hombre frágil obsesionado con los cómics y un taciturno guarda de seguridad incapaz de asumir una verdad que llevaba aplastándolo desde la juventud: tener superpoderes. La película, claro, se convirtió en una cult movie instantánea, de las que muchos hicimos bandera frente a las dos décadas de películas con mallas y rallos que se nos han caído encima, dándonos tantas alegrías -Spider-Man 2 (2004), El caballero oscuro (2008), Capitán América: El soldado de invierno (2014), Vengadores: Infinity War (2018), Spider-Man: Un nuevo universo (2018)- como decepciones -Daredevil (2003), X-Men orígenes: Lobezno (2009), La liga de la justicia (2017), Black Panther (2018).

    Tras años sumido en el ostracismo artístico, M. Night Shyamalan, se asoció a Jason Blum para centrarse, exclusivamente y sin ambages, en el cine de género: La visita (2015) y Múltiple (2016), se adentraban en el terror, bien desde el humor negro, bien desde el thriller de psycho-killers, con una sencillez formal inaudita en el director de El bosque (2004) pero tremendamente efectiva en cuanto a resultados empíricos. Las películas funcionaban, encontraron su público de forma genuina y volvieron a situar a Shyamalan en la primera línea de cineastas americanos a seguir. De ahí viene Glass: un ejercicio de autoría fílmica que no veíamos en el cineasta desde los tiempos de La joven del agua (2006) -otra película que la crítica disfrutó machacando a gusto. Un ejercicio introspectivo y cerebral que ahonda tanto en la relación cómic-cine como en la idisoncrasia superheroica en las antípodas de lo que nos viene ofreciendo el Siglo XXI en lo que a cine de superhéroes se refiere.

    Lo decía hace poco: en lo que se refiere a cine de superhéroes es probable que Glass sea la película más aburrida de la década. Tanto es así que, básicamente, su primera mitad se reduce a sesiones de psicoanálisis (bruto) a nuestros tres mejorados favoritos: Don Cristal (Samuel L. Jackson), El Protector (Bruce Willis) y La Horda (James McAvoy). Un soliloquio a tres bandas que busca definir, como pocas veces se había visto antes, la identidad psicológica con todo tipo de matices, del superhéroe de a pie, ese ser entre lo singular y lo común que, por las razones que sean, tiene habilidades por encima de la media del resto de los terrestres. Es audaz, como poco, plantear que una enfermedad en los huesos o una ídem mental, puedan desencadenar en que sus portadores sean entendidos como superhéroes. Y eso es lo que busca analizar Glass mediante el uso desaforado de la palabra, el análisis metatextual y su relación con la realidad del mundo de los cómics -Don Cristal es el demiurgo de la función de la misma forma que el crítico de cine lo era en La joven del agua- y fuertes cargas de profundidad dramática para entereza al desarrollo narrativo de la obra (lo habitual en el primer Shyamalan).

    Vaya, que la película es de todo menos común y previsible. Discursiva, esquiva y de cocción lento, probablemente sea odiada por la mayoría del gran público. Sin embargo, a poco que se rasque, queda claro que estamos delante de una película que ofrece mucho más que sus prima hermanas de DC y Marvel. El gesto de Shyalaman ha sido audaz, una vez más, y eso ya debería para hacernos felices a todos. Claro que una película funcione mejor como idea que como obra fílmica también indica que aún podría haber salido mucho mejor.

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