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    Todo el dinero del mundo
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Todo el dinero del mundo

    El clan Getty

    por Quim Casas

    Christopher Plummer, en el papel encargado inicialmente a Kevin Spacey, el del magnate John Paul Getty, representa el capitalismo en el sentido más amplio de la palabra. Teniendo en cuenta el cometido del personaje en Todo el dinero del mundo, tan o más principal que el de su nieto secuestrado en Italia en 1973, John Paul Getty III, o el de la madre de este, encarnada por Michelle Williams, podríamos decir que el último trabajo de Ridley Scott es una película sobre el capitalismo en su acepción más feroz sin por ello tener que recurrir a los dramas intestinos en Wall Street. 

    El secuestro en Roma, filmado en blanco y negro y con gestos pasolinianos (la conversación entre el joven Getty y unas prostitutas), no es más que el detonante o acicate para establecer un retrato, algo fracturado porque se trata de un filme desnivelado, del líder del clan Getty y la forma despiadada en que trató a los suyos, hijo, nuera y nieto, siguiendo el único patrón de vida que conocía, precisamente el del capitalismo. De hecho, en el vaivén temporal del relato, Scott inserta un breve episodio de 1948, cuando Getty empezó a amasar su fortuna con los pozos petrolíferos en Arabia Saudí: petróleo y capitalismo son dos conceptos indisociables.

    Por lo demás, Todo el dinero del mundo es una película apuntalada en personajes absolutamente prescindibles como el que interpreta Mark Wahlberg, un ex agente de la CIA y amable mercenario que no utiliza pistola porque arruga los trajes. Al principio acata todas las órdenes de quien le paga, Getty senior, pero sin que el proceso esté conveniente y convincentemente explicado, acaba poniéndose de parte de la nuera del magnate, Gail Harris, la única que quiso y pudo plantarle cara. 

    Los hechos reales están más o menos respetados, más o menos novelados, con inclusión de otros personajes demasiado forzados como el de Romain Duris, el secuestrador que empatiza con el joven John Paul, y esas evidencias que tanto gustan a los cineastas poco sutiles como Scott: antes de ver al hijo de Getty y padre de Getty III dormitando bajo los efectos de la heroína en una casa de Marruecos, se escucha “Wild Horses” de The Rolling Stones, una canción sobre las separaciones y la dama blanca (luego sabremos que Getty II fue amigo de Mick Jagger en aquellos tiempos).

    Esto es o pretende ser una crítica de cine, así que dejaremos de lado el espinoso asunto de Spacey. En todo caso, conviene citarlo solo para comprobar cómo se puede rodar un porcentaje elevado de una superproducción hollywoodiense en un tiempo record. Scott, con criterio de productor antes que de director –no quería que el escándalo Spacey manchara la carrera comercial del filme–, decidió substituirlo por Plummer y no retrasar la fecha de estreno prevista, por lo que tuvo que filmar de nuevo todas las partes de John Paul Getty (de él y con los otros personajes, y son bastantes), en menos tiempo del que se dedica a una producción de serie B.

    A favor: El retrato nada velado que plantea del sistema capitalista, ayer y hoy.

    En contra: Varios personajes sin ninguna entidad y un desenlace algo novelesco.

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