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    Sin rodeos
    Críticas
    2,5
    Regular
    Sin rodeos

    Después de Torrente

    por Quim Casas

    Dos de los pesos pesados del cine español actual, Álex de la Iglesia y Santiago Segura, han tomado prestadas películas ajenas y de reciente producción para realizar sus propias lecturas ubicadas en otro contexto y con alguna variación, los dos en el ámbito de la comedia. Perfectos desconocidos, de De la Iglesia, es un remake del filme italiano Perfetti sconociusti (2016). Sin rodeos, de Segura, adapta la chilena Sin filtro, también de 2016, realizada por Nicolás López. Las variaciones son de contexto y, en el caso de Perfectos desconocidos, introduce elementos fantásticos. Sería interesante analizar en profundidad el porqué de estos proyectos. ¿Acaso faltan buenas ideas propias? En todo caso, siempre será más fácil versionar películas de escaso calado entre nosotros, una forma perfecta de evitar las comparaciones.

    Así que, sin entrar en detalles sobre el filme original de López, director que ha hecho de todo –hasta un violento relato con terremoto incluido protagonizado y co-escrito por Eli Roth, Aftershock (2012)–, conviene saludar el remake que ha rodado Segura como su primer intento, en el campo del largometraje, por tomar distancia respecto al agotado personaje de Torrente.  Sin rodeos podría verse como una liberación: tras cinco películas inventando nuevas formas de perpetuar el discurso cómico del casposo Torrente, Segura decide por fin realizar una película con personajes y situaciones bien distintas, con un humor más matizado y una puesta en escena que ya no está polarizada por el propio Segura incorporando al brazo tonto de la ley.

    Sin rodeos es una reflexión cómica y a lo bruto sobre la edad y, especialmente, en torno al viralizado tiempo actual. Un mundo presidido por las 'it girls', los palos de 'selfie', las descargas en Instagram y los 'followers' e 'influencers' de distinto pelaje. Segura no reivindica 'per se' lo analógico o las formas de relacionarse y de trabajar previas a este tiempo insensato que ridiculiza con el personaje de Cristina Pedroche, la 'it girl' sin neuronas que está a punto de quitarle el puesto a Maribel Verdú. Simplemente, opina que este mundo tecnológico y sometido a las redes sociales es exagerado. No es una comedia fina ni punzante, pero entra mejor que las últimas entregas de las andanzas de Torrente.

    Se puede solucionar de muchas formas la situación en la que se encuentra la protagonista, hastiada del trabajo, su jefe, el compañero sentimental que se cree pintor torturado y emplea un mes entero en dibujar una raya negra en el lienzo, el hijo pornógrafo de este, la amiga que nunca le escucha, el vecino del piso de arriba que monta fiestas a las cuatro de la madrugada, el ex novio abducido por su prometida que le obliga a hacer dieta con potitos, la hermana obsesionada con su gato y el operario que no le arregla el router de Internet. Joel Schumacher y Michael Douglas se liaban a tiros en Un día de furia, protagonizada por un personaje estresado y cansado del mundo. Segura y Verdú optan por parodiarlo todo –hasta el Peter Sellers de El guateque, modelo del propio Segura en su interpretación de un vidente indio– para en la fase final del filme liberar definitivamente a su personaje y entregarlo en brazos del final feliz.

    A favor: Maribel Verdú y la ruptura con el ya agotado personaje de Torrente.

    En contra: Que es poco incisiva con aquello que cuestiona.

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