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    Anna
    Críticas
    3,5
    Buena
    Anna

    Vestida para matar

    por Marcos Gandía

    Anna (una esfinge de elástico y erótico porte fashion con el rostro, y todo lo demás, de la modelo Sasha Luss) es el enésimo ejemplo de personaje femenino surgido del fetichista (y feminista; bastante más de los que el propio lobby cree) magín de Luc Besson. Emparentada directamente con la Scarlet Johannson de Lucy, la Anne Parillaud de Nikita, dura de matar (y de sus remakes norteamericanos en cine y televisión, amén de su sucesivas reformulaciones tipo Colombiana), o con la premenstrual Natalie Portman de El profesional (Léon), Anna también bebe de la Lilo de El quinto elemento o la Laureline de Valerian y la ciudad de los mil planetas (hay en este thriller de espionaje y asesinatos first class mucho de ciencia-ficcion). O de la madre de todas estas frías heroínas más allá del bien y del mal, mártires y ángeles de venganza en un universo masculino que literalmente hacen estallar en pedazos: la doncella de Orleans en esa curiosa action movie de aspecto histórico-épico iluminado que es Juana de Arco.

    Anna es un exhibicionista altar de Besson a la fuerza uterina de su figura principal, una enigmática, cerebral y letal asesina a sueldo. La pieza sustituible en un tablero (machista) geopolítico y del nuevo espionaje nacido del fin de la guerra fría y del nacimiento de otra distinta, dentro de la cual también se hallan cazas de brujas como el MeToo (Luc Besson ajustando cuentas personales con una expeditiva y combativa mujer de armas tomar) y una pesimista visión de Europa, lugar de apocalíptico e hipertecnológico paisaje de decadencia. Anna le pasa la mano (de manera contundente) a ciertos últimos y contemporáneos retratos, presuntamente definitivos, de súper féminas: Atómica, El gorrión rojo… Lo hace porque no necesita ponerse al servicio de la estrella de Hollywood de turno, sino que lo suyo es el estilizado y totalmente de cómic encadenado de escenas de acción, peleas coreografiadas con melvilliano toque y diálogos trufados de un humor esquinado (esa Helen Mirren pasándoselo la mar de bien en cada una de las escenas en las que asoma su caracterización).

    Un thriller de espectacular aspecto y acelerado porte, más 'peep show' de lo que el propio Besson sería capaz de reconocer sin ser quemado en una hoguera pública y, por supuesto, condenado a ser incomprendido, criticado y excomulgado en mercados estadounidenses.

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