Vida en pausa
Críticas
4,0
Muy buena
Vida en pausa

El desamparo según Kafka

por Sara Heredia

Hay algo de Kafka en Vida en pausa. La cinta cuenta la desgarradora historia de cómo una familia se despedaza por culpa de la burocracia. Con una estética aséptica y fría, el director griego Alexandros Avranas desgrana un drama insoportable que, sin salirse de ese género, transmite una inquietud insoportable en el espectador. Un drama terrorífico desde la quietud absoluta.

Vida en pausa sigue a Sergei y Natalia, un matrimonio que ha llegado a Suecia pidiendo asilo político. Les acompañan sus dos hijas pequeñas y los cuatro deben adaptarse a un país que no conocen con un idioma que no hablan. Son sometidos a inspecciones regulares por parte del gobierno, quienes determinan si llevan una vida lo suficientemente ordenada según sus parámetros. Sin embargo, su solicitud es rechazada y disponen de 10 días para presentar nuevas pruebas que avalen que se merecen asilo. De lo contrario, serán deportados.

Es entonces cuando la hija menor entra en coma. Aunque sospechan de un posible envenenamiento de primeras, pronto se dan cuenta de que la niña padece el Síndrome de la Resignación Infantil, un misterioso fenómeno que apareció en Suecia en la década de los 2000 y que afecta a los niños que llegan junto a sus familias pidiendo asilo político.

Avranas pertenece a la nueva ola cinematográfica griega, que tiene a Yorgos Lanthimos (Pobres criaturas, La favorita) como uno de sus máximos precursores pero que también incluye a Ektoras Lygizos (Boy eating the bird's food) o Attina Rachel Tsangari (Attenberg). Una ola que se caracteriza por la rareza con la que tratan temas universales como la sexualidad, los valores familiares o la crueldad humana. Esto es resultado de la crisis que vivió el país en 2009, la cual, según algunos, despertó los traumas de toda una generación acerca de su pasado y la estructura familiar.

Vida en pausa es el quinto largometraje de Avranas, después de ganarse a la crítica con su ópera prima, Miss Violence, la cual trataba el complicado caso de una niña de 11 años que se suicida saltando desde la ventana de su casa. Aquí, más dramas familiares y más crueldad. Si vemos Vida en pausa como una cinta de terror, el villano es el gobierno sueco y el frío sistema burocrático que han implantado para tratar la llegada de personas que piden asilo político. No hay sustos ni escenas explícitas, solo una sensación constante de desasosiego y desamparo que cala hasta los huesos.

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