La primera entrega de 'Princesa por sorpresa' era el típico cuento de hadas, mitad patito feo, mitad Cenicienta adaptado al mundo contemporáneo, con una princesa adolescente (la década anterior había sido Julia Roberts haciendo de prostituta, para que vean cómo cambian los tiempos) perfectamente fabricada para el público juvenil, el auténtico dueño de las salas de la actualidad. Era una película simple, aseada y sin complicaciones.Ya no quedaba nada más que contar, pero aún así hicieron la segunda parte. Lo cierto es que se puede entender como un objeto terrorista, un ataque (involuntario) contra los tópicos de este tipo de películas. Contra el famoso 'y fueron felices y comieron perdices', porque al fin y al cabo, la historia de amor que Mia Thermopolis vivía en la primera parte, desaparece por completo en esta segunda. Ni rastro de su enamorado de su primera parte, ya que en el fondo,
Leer crítica