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    Robin Hood: Príncipe de los ladrones
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Robin Hood: Príncipe de los ladrones

    La capa (y espada) desenpolvada

    por Eulàlia Iglesias

    En una de esas coincidencias no tan casuales que se dan de vez en cuando en Hollywood, el año 1991 vio estrenarse dos producciones estadounidenses en torno a Robin Hood. Mientras que la más modesta protagonizada por Patrick Bergin y Uma Thurman ha caído en un justo olvido, la que firmó Kevin Reynolds con Kevin Costner como el ladrón que roba a los ricos para dárselo a los pobres todavía mantiene parte de su viveza.

    Reynolds apostó por resucitar el género de capa y espada sin sobrecargarlo con efectos especiales. La película apuesta por la aventura disfrutada en grupo, por reivindicar valores como el del honor y el compañerismo, y por los enfrentamientos basados en las habilidades y agilidades, más que en la fuerza, de los personajes. 'Robin Hood, príncipe de los ladrones' no deja de ser una película sobreproducida, pero se debe sobre todo a su metraje excesivo y un overbooking innecesario de personajes. Lástima que no se atreva a llevar más lejos el perfil histriónico del sheriff de Nottingham (encarnado por uno de nuestros villanos preferidos, Alan Rickman) y su madre-bruja, que podríam haber sido los secundarios reyes de la función.

    A favor: ese inesperado moro, paradigma de la civilización, que interpreta Morgan Freeman.

    En contra: Mary Elizabeth Mastrantonio, sin poder de seducción.  

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