El 4 de abril de 2002 las puertas de Gran Hermano se abrieron para dar la bienvenida a 12 nuevos concursantes. Considerada como una de las mejores ediciones del 'reality', el exitoso formato de Telecinco cautivó a la audiencia con un casting que no dejó indiferente a nadie. Desde Kiko Hernández, quien hoy en día sigue en los platós de televisión, a Javito García, que ahora trabaja en un geriátrico, pasando por Patricia Ledesma.
Sin embargo, las concursantes más recordadas de GH 3 son Noemí Ungría y Raquel Morillas. Ambas vivieron una intensa historia de amor tras salir de la casa de Guadalix de la Sierra que acabó en el altar y con una sonada ruptura televisiva. Durante un tiempo, las participantes del 'reality' fueron las invitadas estrella de los programas del corazón y acapararon los titulares de media prensa española.
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Su relación pasó por una gran cantidad de altibajos, pero el más grave fue cuando sufrieron un accidente de tráfico que casi les cuesta la vida. El coche en el que viajaban se despeñó por un terraplén y, mientras Noemí salía casi ilesa, Raquel se llevaba la peor parte, tuvo que ser intervenida de urgencia a causa de un traumatismo craneoencefálico y un golpe fuerte en la cara.
Desde entonces, la vida de Raquel cambió por completo. El accidente le dejó una serie de secuelas por las que tiene el "41% de discapacidad". "No veo por el ojo izquierdo, no oigo tampoco por ese oído, tengo un pitido constante y además sinusitis crónica", comentó en una entrevista a Semana.
Por este motivo, Raquel trabaja en la actualidad para la ONCE. "Vendo cupones, es lo mejor que me podría haber pasado porque me lo paso pipa con la gente", explicó en una entrevista en Sálvame. Muy activa en redes sociales, la exconcursante de GH informa en los puntos donde va a estar vendiendo por si sus seguidores se quieren acercar a comprar.
En cuánto a su vida personal, Raquel lleva más de una década con su pareja actual y se casaron en 2020. Noah Soriano, que es profesora de pilates de profesión, es uno de sus pilares en su vida. Gracias a ella, y tras amenazarla con dejarla, la exconcursante de Gran Hermano se puso en tratamiento para poner remedio a su ludopatía.
Raquel dejó su ciudad de origen, Madrid, para poner rumbo a Santa Pola (Alicante) junto a Noah. Allí, la pareja vive una vida feliz y alejada de la televisión.