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    Nueve razones por las que 'The Wire' es una obra maestra

    ¿Cuáles son las claves del éxito de la serie cumbre de David Simon? En SensaCine hemos querido reanalizar la serie de mayor prestigio crítico de HBO.

    Primero de todo, presentación a modo de sinécdoque. The Wire es una serie americana producida por la todotalentosa cadena privada HBO que narra en clave dramática (y puntillística) el día a día de un grupo de policías de Baltimore (Maryland) en su lucha perenne contra el tráfico de drogas (evidentemente, la serie es mucho más que eso... pero ya llegaremos).

    Tuvo su premiere el 2 de junio de 2002 y su último capítulo se emitió el 9 marzo de 2008, dejando tras de sí 60 episodios repartidos entre sus 5 temporadas. En España, la serie comenzó a emitirse en el canal TNT el 10 de diciembre de 2004 para luego estrenarse finalmente en HBO España tras su aterrizaje en nuestro país.

    Lejos de tener las audiencias de hits populares como CSI: Las Vegas o Perdidos, The Wire tampoco contó con el beneplácito de los diferentes premios televisivos existentes. Pese a todo ello, la serie ha sido aclamada por la crítica (estadounidense e internacional) como la mejor serie de todos los tiempos (en férrea lucha con Los Soprano). Y están en lo cierto.

    BANDA SONORA MAGISTRAL

    Seguimos con música (títulos de crédito). Las cinco temporadas de The Wire poseen en sus títulos de crédito de apertura el mismo tema ("Way down in the hole", compuesto por Tom Waits para su álbum "Frank's Wild Years") versionado por cinco grupos diferentes. He aquí la lista:

    • 1ª Temporada: The blind boys of Alabama
    • 2ª Temporada: Tom Waits (versión original)
    • 3ª Temporada: The Neville Brothers
    • 4ª Temporada: DoMaJe (cinco chavales de Baltimore, en consonancia con la temática de dicha sesión, que versa alrededor de la educación escolar y su relación con el tráfico de drogas).
    • 5ª Temporada: Steve Earle, también actor en la serie como un ex adicto enfermo de SIDA y mentor de Bubbles.

    La música en The Wire es básicamente diegética, es decir, lo oye el espectador a la vez que los personajes de la trama a través de radios de coche, hilos musicales en bares irlandeses o radio cassettes que poseen los dealers y gángsters protagonistas. Se han editado dos CD's con música de la serie, "The wire: ... and all the pieces matters" y "Beyond Hamsterdam".

    CREADORES

    La explicación más sencilla sobre cómo se construye el minucioso realismo del que se alimenta los múltiples retratos -policía, yonquis, gángsters, políticos, periodistas- que aparecen en The Wire viene de la mano de fijarnos en los CV de sus creadores: Ed Burns y David Simon. Empecemos por Simon, un periodista de sucesos para el 'Baltimore Sun' -de ahí el magnífico retrato de la sede del periódico en la 5ª temporada-, donde trabajó durante 15 años.

    Gracias a ello, Simon entabló amistad tanto con policías como con traficantes, llegando a conocer a la perfección las calles de su ciudad, las miserias y las desgracias de unos y de otros. Burns, por su parte, fue detective de homicidios durante la mayor parte de su vida adulta y cuando conoció a Simon, estaba a punto de empezar una tardía carrera en la enseñanza pública (4ª temporada). Juntos han escrito The Wire, pero también las miniseries The Corner (2000) y  Generation Kill (2008).

    A PROPÓSITO DE REALISMO

    En cualquier serie de acción policíaca o investigación criminal, las cosas suelen ir de la siguiente manera: cada episodio se abre con un caso (o varios) que esclarecer -muertes escabrosas, fenómenos paranormales, gente que desaparece- y a lo largo de 45 minutos la acción se desarrolla entre análisis de restos, interrogatorios a los sospechosos, se persigue alguna que otra pista falsa para que, al final, la cosa se resuelva sin más dilación. Los superpolis han triunfado otra vez y así todo el mundo se va a la cama contento.

    En The Wire nada de eso ocurre por una sencilla razón: la serie parte de la realidad más bastarda. En ella los policías no pueden investigar con comodidad bien porque tienen mil trabas legales para llevar una investigación con normalidad -conseguir pinchar un teléfono es prácticamente una odisea, el equipo de investigación posee gente tan competente como desastres humanos con placa, la impunidad de la delincuencia es casi impenetrable-, además de contar con vidas personales más bien desastrosas donde el alcoholismo y las infidelidades son el pan de cada día.

    Eso en el lado de los buenos. En el lado de los malos, no existe clemencia. La droga masacra a los estratos sociales más bajos de la sociedad. La vida en Baltimore se asemeja más al de un país subdesarrollado que al cualquier urbe norteamericana habitualmente retratada en las series -la comparación con el Miami de CSI: Miami o el Boston de Fringe (Al límite) con Baltimore es casi de chiste... malo-, llegando a su apogeo de podredumbre en la 3ª temporada y la construcción de "Hamsterdam", un paraíso tóxico donde los yonkis pueden comprar y consumir droga con total impunidad.

    APELANDO A LA INTELIGENCIA (NADA DE TRUCOS)

    Buena parte del éxito de público de las series más vistas proviene de la capacidad de estas para mantener enganchado al espectador a la gran pantalla. Es habitual el uso de cliffhangers que dejen los últimos minutos de la trama del episodio colgando de un hilo o introducir un giro abrupto en el argumento que deje anonadado al espectador en su sillón. No es nada malo, al fin y al cabo ese era el principal recurso de series tan atractivas como 24, Alias o Perdidos.

    Es, simplemente, que The Wire no funciona así. Aquí no hay trucos que valgan. Para empezar los capítulos de la serie no son cerrados, más bien lo contrario, son piezas de un puzle cuyo visionado al completo sólo se consigue entreveer cuando ya ha pasado media temporada.

    Capítulos porosos, donde personajes y tramas se cruzan sin que ninguno parezca más importante que otro; en ocasiones, es necesario que pasen varios capítulos para que empieces a identificar nombres con caras, metodologías con resultados. Dicho en palabras claras: The Wire trata al espectador con máximo respeto, apela a su inteligencia (y a su buen gusto) para que él mismo vaya construyendo en su cabeza todas estas jugosas piezas hasta obtener el resultado definitivo más satisfactorio.

    UN CASO POR TEMPORADA...COMO MUCHO

    En la pestaña anterior comentábamos el fenómeno habitual de las series policías -de CSI: Las Vegas a El Mentalista, de Sin rastro a Mentes criminales- de cerrar los capítulos sobre sí mismos siguiendo la fórmula: 1 caso, 1 capítulo. Y si la fórmula funciona, ¿por qué cambiarla? En The Wire -así como en otras series de calidad como Los Soprano o Mad Men-, la cosa no es tan sencilla... Aparentemente cada temporada de 'The Wire' debía poseer una doble función: por un lado, resolver un caso criminal; por otro, realizar un retrato minucioso de diferentes ambientes presentes en la ciudad de Baltimore.

    Es decir, estamos delante de una serie de intriga, pero también delante de un retrato antropológico del más alto nivel. En las dos primeras temporadas la cosa está bastante clara: en la 1ª el caso a resolver es el tráfico de drogas a cargo del capo Avon Barksdale, en la 2ª la problemática se encuentra en el tráfico ilegal de mercaderías a través de los muelles del puerto.

    Pero a partir de la 3ª la cosa empieza a volverse elástica, las historias empiezan a cruzarse y ya no está tan claro dónde acaba un caso y empieza otro, hasta el punto de que las tres últimas temporadas de la serie podrían ser consideradas una sola o, aún mejor, es que quizás hay que asumir que hay casos que jamás podrán resolverse.

    Este sería el desglose de los estratos sociales retratados en cada temporada: 1ª Los bajos fondos, la delincuencia juvenil, 2ª El tráfico de mercaderías a través de los muelles del puerto, 3ª La corrupción política, 4º La mala educación en las escuelas de primaria y 5º El debate ético en el periodismo de sucesos.

    MCNUTTY: UN HÉROE IMPOSIBLE

    Pero vamos a ver, ¿cómo puede el personaje principal de una serie desaparecer por completo en una de las temporadas? Así de sobrados son los guionistas de The Wire, cuando en la 4ª temporada de la misma conviertene a McNulty (Dominic West) en un patrullero afable que ha sabido conciliar (por un rato) a sus demonios y ahora ejecuta a la perfección el papel de padre de familia ejemplar.

    De chiste. Para empezar, porque McNulty no es el personaje principal de The Wire, entre otras cosas, porque es una serie sin personajes principales (en la siguiente pestaña analizaremos todo esto), pero además... ¿qué tipo de héroe protagonista es un alcohólico polígamo capaz de engañar a todo el mundo con tal de salirse con la suya?

    La ética de McNulty está clara desde los primeros capítulos de la primera temporada: todo vale con tal de atrapar al malo. Ya sea tergiversar pruebas, engañar a testigos o, en el colmo del delirio, llevarse a sus hijos pequeños a la hora de realizar una vigilancia a un capo como Stringer Bell. ¿Y cuáles son, entonces, sus puntos a favor? Su apetito insaciable a la hora de encerrar a los malos, su instinto innato de detective sagaz y aventajado, su capacidad para encajar las derrotas con una sonrisa. A McNulty o se le odia o se le quiere mucho, aunque él, posiblemente, se odie mucho más de lo que se quiere.

    ¿ACTORES SECUNDARIOS?

    Pero vamos a ver... ¿de dónde han sacado a los actores de The Wire? ¿Dónde, en el mundo, han podido encontrar a tanta gente y tan buena? Las interpretaciones, al completo -policías, yonquis, traficantes, políticos, periodistas, estibadores-, de todos los integrantes del reparto de la serie (que no son pocos) ofrecen en su mayoría unas composiciones sin fisuras, otorgando un verismo a sus personajes que uno acaba dudando si ese chico con pistola no será en realidad un gangster juvenil y no un actor. Sea como sea, ciñámonos a la premisa, ¿es The Wire una serie de actores secundarios? La respuesta es clara: negativo.

    Todos los personajes son actores principales por la sencilla razón de que todos acaban teniendo un peso principal en la trama, ya que ésta no está compuesta de una sola historia sino del resultado de entrecruzar miles de pequeñas ramificaciones que van dando forma un resultado global que, por momentos, parece que no va a acabar de crecer.

    De ahí que personajes como Stringer Bell, Omar Little, Lester Freamon, Cedric Daniels, Bubbles, Roland Pryzbylewski, Marlo Stanfield... acaben siendo referentes claros para cualquiera que haya visto la serie. Todos son piezas claves de un engranaje donde no existe motor principal y, en el caso de que lo hubiera, ese sería la propia ciuad de Baltimore, el verdadero puzle que la serie acaba construyendo a la perfección.

    OMAR Y EL ARTE DE GUIONIZAR

    Antes de nada: el señor de la foto de la izquierda es Omar Little (al que da vida el actor y bailarín de ballet Michael K. Williams), el implacable justiciero que acaba convirtiéndose en la principal pesadilla de los capos de la droga de Baltimore. El no es un héroe al uso: es un ladrón, un asesino y un traficante de drogas; un personaje ultraviolento que, sin embargo, es extremadamente cariñoso con sus jóvenes parejas homosexuales. Omar ha acabado convirtiéndose en un icono para la comunidad afroamericana de los EEUU, hasta el punto que el propio presidente Barack Obama lo ha llegado a nombrar en más de un discurso.

    Seguimos con el desglose de ideas: hablemos de palabras. El guión de The Wire está construido siguiendo la misma compleja rigurosidad de todos los elementos estéticos que conforman la serie. En pocas palabras: no hay piedad con el espectador. Si es capaz de seguir la trama, bien, y si no, también. Más que dar cosas por sabidas, se considera al espectador lo suficientemente inteligente para poder completar diálogos enteros a partir de tres frases, o de saber interconectar diálogos separados entre varios capítulos que versan sobre un mismo asunto. Un toque de qualité más para una serie que parece no tener límites de ningún tipo.

    TAN SOLO TRES LETRAS: H-B-O

    "It's not TV, it's HBO". El lema, posiblemente, sea más chulesco que el andar de Omar Little o el fraseo corto y contundente de Marlo Stanfield o la elegancia de traje de seda color turquesa de Stringer Bell, pero, a ciencia cierta, es un hecho verídico. Lo que hace la cadena HBO no es simple televisión. Va mucho más allá. Tal es la calidad que arrastra su sello que, como espectadores adictos a las series, estamos obligados a asomarnos a todo aquello que producen, pese a que (a) no sepamos de qué va (b) de entrada no nos interese o (c) no tengamos televisión.

    ¿Por qué tanta exaltación? Tomen nota y lo entenderán: Hermanos de Sangre, Big Love, Bored To Death, Carnivàle, Larry David, Deadwood, Entourage: Juego de Hollywood, OzRoma, A dos metros bajo tierra, Los Soprano, Los Conchords y Sangre fresca (True Blood) (y nos dejamos muchas). HBO, productora tanto de The Wire como la brutal mini serie bélica Generation Kill, ha llevado el concepto de "serie de televisión" a cotas difícilmente imaginables diez o 20 años antes. Hoy en día, si se habla de la edad dorada de las series, es en gran medida gracias a HBO.

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