El impacto del fenómeno de Instinto básico fue astronómico en el cine de Hollywood, que vivió un resurgir del thriller de tintes eróticos con los que testar los límites del espectador. Aunque no todo lo que trajo esa película fue positivo, y tuvieron que llegar otras películas que dieran una adecuada réplica a algunos de sus aspectos más espinosos. Sin buscarlo de manera intencionada, Lazos ardientes lo logró y dio una de las mejores escenas eróticas del cine de los noventa.
La primera película dirigida por Lilly Wachowski y Lana Wachowski antes de saltar a hacer su propio fenómeno con Matrix. Protagonizada por Jennifer Tilly, Gina Gershon y Joe Pantoliano, ofrecieron un soberbio thriller con tintes de cine negro que marcó un punto de inflexión para la representación LGTBI en el cine comercial, con escenas que distaban de lo que se veía entonces, entre ellas las más sensuales.
Lazos ardientes es la historia de dos mujeres. Violeta es el tipo de mujer que puede llamar la atención de cualquier hombre, pero a ella solo le gustan los tipos duros y peligrosos hasta que conoce a Corky. Las dos rápidamente se convierten en amantes, y planean un gran golpe para robar dos millones de dolares a la mafia. Las vueltas y revueltas que se producen cuando las cosas no salen como lo planeado, hacen que las cosas se pongan patas arriba para esta pareja de ladronas.
Gran coreografía y química
La película fue aplaudida por su representación de sexo entre dos mujeres, que distaba del retrato que se daba en películas como Instinto básico. Muchas asociaciones criticaron que se mostrase de manera negativa al personaje de Sharon Stone, que tiene relaciones íntimas también con mujeres, aunque realmente la película hiciese un retrato de las inseguridades masculinas ante una mujer que disfruta de su libertad. No terminó de evidenciar esas ambiciones, pero Lazos ardientes sí salió bien parada en su intento.
La clave fue escenas que mostraban su romance y su intimidad, con las dos mujeres disfrutando de su sexualidad de una manera que se siente cinemática pero también realista. Las Wachowski contrataron a Susie Bright, una escritora feminista y educadora sexual, para que actuase como asesora en las escenas sexuales. Con ella coreografiaron unas escenas realmente apasionadas que nunca se sienten como una explotación.
Sus escenas sexuales, incluyendo la simulación del sexo manual, se contraponían a cómo la mayoría de los hombres conciben el sexo lésbico, sin dejar de ser intensas. La escena más potente aprovecha las notas de Bright para centrarse en el placer entre ambas mujeres, lo que unido a la gran dirección de la secuencia y la química entre Tilly y Gershon crea uno de los momentos más brillantes de una película a reivindicar.
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