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    "Estoy harta de escuchar que tienen que absorber nuestra cultura": 'Chinas' es un retrato anti-clichés que te estallará en la cara
    Sara Heredia
    Sara Heredia
    -Redactora jefe SensaCine
    Cargada con una mente abierta y mucha curiosidad, explora cualquier documental, película, serie y miniserie que empiece a hacer ruido.

    Después de 'Carmen y Lola' Arantxa Echevarría desmonta todos los prejuicios que tenemos sobre los inmigrantes chinos

    Hace unos años, la directora Arantxa Echevarría pasaba tanto tiempo en una tienda de alimentación que se hizo amiga de la hija de los dueños. Era una joven china como hemos visto muchas veces en este tipo de establecimientos, haciendo los deberes detrás del mostrador y traduciendo las cosas que no entendían sus padres. Se hizo tan amiga de ella que, después de leer su carta a los Reyes Magos, decidió comprarle la muñeca que pedía tras la negativa de su madre. Arantxa pensó que estaba llevando a cabo un gesto de generosidad, pero a las 3 de la mañana se le abrieron los ojos: "¿Pero qué estoy haciendo metiéndome en cómo una madre educa a su hija, en una cultura que desconozco?".

    Los prejuicios le estallaron en la cara y ahí fue cuando nació Chinas, película que estrena en cines este viernes 6 de octubre. La cinta cuenta la historia de Lucía, una niña china que coincide en el colegio con Xiang, que ha sido adoptada por unos padres españoles. A Lucía le gustaría que su madre fuese más cariñosa y más occidental, mientras que Xiang trata de buscar respuestas sobre quién es. Con estas dos niñas como eje central, Echevarría hace un retrato muy cercano acerca de la comunidad china en España.

    Chinas
    Chinas
    Fecha de estreno 6 de octubre de 2023
    Dirigida por Arantxa Echevarría
    Con Leonor Watling, Carolina Yuste, Pablo Molinero
    Medios
    2,8
    Usuarios
    3,4

    "Yo quería hablar de que estaba un poco harta de escuchar que no se integran, que la gente que viene tiene que absorber nuestra cultura, amoldarse a los usos y costumbres... Y yo quería hablar más de convivencia", cuenta la directora en una entrevista con SensaCine. Ella tuvo que derribar todo un muro de estereotipos para hacer esta película y espera que sirva para que los espectadores también se planteen su visión acerca de los inmigrantes chinos. "Yo me sé el nombre del camarero donde desayuno por las mañanas, se llama Luis, pero ¿sabemos el nombre del de la tienda que hay abajo, donde se compran los productos cuando no tienes tiempo y ves muchos días durante años? Lo más cachondo es que si le preguntas su nombre te va a decir Miguel porque lo ha españolizado para hacértelo más fácil", señala.

    Para esta reflexión, Echevarría ha contado con actores naturales -ninguno de los intérpretes chinos era profesional-, la ayuda de asesores que le contaban hasta cómo poner la mesa para que fuese un retrato preciso de la cultura china y la inspiración de historias reales y desgarradoras que han dotado al relato de una autenticidad única. "Por ejemplo, el personaje de Claudia, Xinyi Ye, es una chica que trabajaba en el bar con sus padres, que cuidó de sus hermanos, que era la que hacía las traducciones a los padres, que estaba cansada y que incluso se marchó de casa, que para un chino es algo muy, muy fuerte", desvela.

    Chinas es una bonita vía cinematográfica para el entendimiento. La directora logra adentrarse en esta cultura tan lejana pero, a la vez, tan cercana a nosotros de una manera humana y con mucho corazón. De romper estereotipos y mucho más hablamos con ella en esta entrevista.

    A Contracorriente Films

    ¿Por qué quisiste contar esta historia que, a priori, se escapa un poco de nuestra realidad occidental?

    Cuando era cortometrajista, vivía en Lavapiés y debajo de mi casa tenía justo una tienda de alimentación donde vivía casi, porque a las 23:00 de la noche no había nada abierto. Y me hice amiga de Lucía, que era como muchas niñas que vemos en las tiendas y los bazares a últimas horas de la noche haciendo los deberes. Yo le ayudaba con los deberes, me contaba qué tal el día en clase... Un día su madre me sacó de la caja registradora una carta y dijo: ‘Qué es esto?’. Y yo pensé: ‘Madre mía, la hemos liado. Seguro que es del Banco o de Hacienda y voy a arruinar a esta pobre mujer’. Resulta que era la carta de los Reyes Magos de Lucía. Y ahí surgió ese choque cultural. Desde mi buenismo español, mirando con una mirada muy distante a la suya, le dije que tenía que hacer un regalo a la niña porque todos los demás niños iban a tener un regalo el día 6 y que Lucía no podía ser la única que no tuviera. Ella me dijo que Lucía no sacaba buenas notas, que sacaba 7 u 8, que no ayudaba en la tienda… Y luego, sobre todo, me dijo que en su cultura no se hacía un regalo, sino que era un sobre con dinero. Yo volví como cuatro o cinco veces a intentar convencer a su madre y la respuesta siempre era negativa. Y un día vi la muñeca en El Corte Inglés y a pesar de tener muy poco dinero, se la compré y ahí cambió un poco mi percepción de todo, porque no me atreví a dársela. Se la metí por la verja, que estaba medio cerrada y me fui a casa tan pichi y tan contenta porque había hecho algo maravilloso. A las 3 de la mañana abrí los ojos y pensé: ‘¿Pero qué estoy haciendo metiéndome en cómo una madre educa a su hija, en una cultura que desconozco?’. Intenté recuperar la muñeca pero no pude. Tuve la sensación de que me creía mejor persona por ser occidental, pero no tenía por qué meterme en nada. No volví a ir de la vergüenza. Ese fue un poco el germen de la película. Cuál es nuestra mirada hacia gente con la que convivimos y desconocemos. Quise indagar más y meterme en la comunidad.

    A las 3 de la mañana abrí los ojos y pensé: ‘¿Pero qué estoy haciendo metiéndome en cómo una madre educa a su hija, en una cultura que desconozco?’

    ¿Hay prejuicios que has derribado mientras trabajabas en esta película?

    Bueno, todos, todos los que tienes tú y tenía yo antes. No es que vivan apartados o que sean herméticos, que es una de las cosas que siempre dicen. La realidad es que tiene un problema idiomático brutal. Vienen con 30 o 40 años a montar un negocio y gestionar una tienda o un restaurante durante 15 horas, no van a clase. Y, luego, sabes que son muy tímidos, les da mucha vergüenza cometer errores. Entonces, hablar contigo para ellos es una exposición y piensan que se van a expresar mal, que va a poder haber un malentendido.

    Yo quería hablar de que estaba un poco harta de escuchar que no se integran, que la gente que viene tiene que absorber nuestra cultura, amoldarse a los usos y costumbres... Y yo quería hablar más de convivencia

    Estamos acostumbrados quizá a una inmigración marroquí, que son mucho más cercanos, o latina, que tenemos el idioma en común, pero la china es como el anverso de la moneda en cuanto al concepto cultural, idioma, etcétera. Yo quería hablar de que estaba un poco harta de escuchar que no se integran, que la gente que viene tiene que absorber nuestra cultura, amoldarse a los usos y costumbres... Y yo quería hablar más de convivencia. Es decir, es un camino de dos vías y nosotros también tenemos que hacer algo. Yo me sé el nombre del camarero donde desayuno por las mañanas, se llama Luis, pero ¿sabemos el nombre del de la tienda que hay abajo, donde se compran los productos cuando no tienes tiempo y ves muchos días durante años? Lo más cachondo es que si le preguntas su nombre te va a decir Miguel porque lo ha españolizado para hacértelo más fácil. A mí todo eso me llamaba mucho la atención y tenía la necesidad de contarlo, de acercar esas dos culturas, porque, al fin y al cabo, somos españoles todos.

    A Contracorriente Films

    Contabas que habéis tenido asesores, ¿no? Habéis tenido a alguien que os ha ayudado a contar la historia más alejada del punto de vista occidental

    Sí. O sea, después de pensar con cariño la idea que tuvimos, la gente de la comunidad nos ayudó. No puedes entrar en un espacio cultural diferente sin ir de la mano de alguien que pueda ayudarte. Yo contacté con una asociación que estaba ayudando a familias en Usera a la hora de la integración, de diálogo con el Ayuntamiento, etcétera. Hay que seguir como una especie de escalafón. Primero embajada, luego mayores… Vas conociendo a todo el mundo hasta llegar ya a los asistentes y a la nueva generación de chinos. Ellos han estado todo el tiempo con el casting, porque yo no hablo chino, y eran mi voz y mis oídos. Hasta para poner una mesa me decían ‘esto no, esto sí, esta comida sí’. Todo ha estado organizado por la comunidad, que para mí era muy importante porque estoy llena de microrracismos sin quererlo. He tenido que hacer una especie de lavado tanto de la forma de hablar -estas cosas que decimos de ‘voy al chino, trabajar como un chino’- hasta mi propia forma de relacionarme con ellos. Yo sé que ellos tienen una relación menos física que la que tengo yo, pues intentaba medirme. Hay una sensación muy nueva, como si fuera la primera vez y todo eso ha sido gracias a la peli. A mí me ha cambiado la cabeza.

    ¿Ellos son actores profesionales?

    No. Ninguno es actor, salvo Leonor Watling, Carolina Yuste y Pablo Molinero. No se puede hacer una película enteramente con actores naturales. Para el casting busqué gente que tuviera las mismas vivencias que los personajes que había escrito. Por ejemplo, el personaje de Claudia, Xinyi Ye, es una chica que trabajaba en el bar con sus padres, que cuidó de sus hermanos, que era la que hacía las traducciones a los padres, que estaba cansada y que incluso se marchó de casa, que para un chino es algo muy, muy fuerte. Es un cambio emocional muy, muy fuerte. O la que hace de Lucía, Shiman Yang, es de familia que tiene un bazar o la propia madre tiene un bazar. Es una búsqueda complicada porque en Madrid hay 50.000, pero tenían que ser de la misma zona, porque imagínate que la madre tiene acento gallego y la hija es vasca.

    El personaje de Claudia, Xinyi Ye es una chica que trabajaba en el bar con sus padres, que cuidó de sus hermanos, que era la que hacía las traducciones a los padres, que estaba cansada y que incluso se marchó de casa, que para un chino es algo muy, muy fuerte

    Luego tenía que hacer que hubiera química entre ellas, que la niña y la hermana se llevaran bien. Y reconozco que soy una suertuda. Hice la película con ellos 4 o 5 veces, ensayábamos en sitios naturales, ensayamos con las cámaras, que es algo que no se hace porque es carísimo, pero así se iban acostumbrando a todo el ruido que montamos en un rodaje.

    Como contraparte de la historia de la familia china está la del matrimonio de españoles que tienen una hija adoptada y hay una escena que es sobrecogedora, ¿por qué decidiste incluir esa escena tan dura?

    Yo siempre he pensado que ser adoptada y de otra nacionalidad o raza, sobre todo, es algo durísimo, porque tú vas por la calle con tus padres y sabes que no son tus padres. A los cuatro o cinco años ya sabes que alguien te rechazó, tu madre de verdad te rechazó. Pues eso es durísimo. El camino de esa niña me parecía muy trágico, pero también entendía esto de perseguir la identidad, querer saber algo, pero a veces las respuestas son más duras que la ignorancia. Esa secuencia con Leonor y Pablo… Ellos nunca vieron el vídeo antes de rodar. Es una grabación que hice a una señora que de verdad tiene a su niño en adopción. Entonces les dije a Leonor y Pablo, que son dos maravillosas personas y muy generosas: ‘voy a rodar una primera toma y ya está. Quiero que lo veas y que lo sientas. Haced lo que queráis. Nosotros os vamos a seguir con la cámara, lo que queráis’. Cuando lo vieron de verdad Leonor no paraba de llorar, no aguantaba lo que estaba viendo. Y la que estaba entera era la niña y fue la que cerró el ordenador. Esa secuencia es muy dura, pero creo que también es muy real.

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