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    San Sebastián 2016: Indiferencia total con la descafeinada 'Medidas extremas' de Baltasar Kormákur

    El realizador islandés compite en la Sección Oficial con un 'thriller' que recuerda vagamente a 'Prisioneros' y que él mismo protagoniza. También nos quedamos estupefactos con la 'Orpheline' de Arnaud des Pallières.

    Día de borrón en Zinemaldia en una jornada basada en aquello de lo que somos capaces de hacer cuando nos dejamos llevar por nuestras pulsiones, nuestros vicios y nuestras degradaciones sin atender a las consecuencias. En primer lugar, con el 'thriller' Medidas extremas del islandés Baltasar Kormákur -que no ha despertado más que nuestra indiferencia en la Sección Oficial del certamen-, y después con la Orpheline del francés Arnaud des Pallières, también en competición.

    Kormákur, director de Contraband2 Guns y la más reciente Everest, ha apostado en Medidas extremas por un suspense sin garra, caduco, que recuerda mucho al cine de los 90 por su falta de contrastes. La historia sigue los pasos de Finnur, un cardiocirujano interpretado por él mismo que, perfeccionista y moderado, lleva una vida tranquila en compañía de su mujer y su hija pequeña. Sólo le quita el sueño otra hija más mayor de un matrimonio anterior, Anna, metida en el mundo de las drogas por la influencia de su novio, el grotescamente mefistofélico Óttar. Finnur lo intenta todo para que la oveja negra de la familia vuelva al redil. Sin éxito. Primero a través de la mediación y, aquí empieza lo interesante, hasta secuestrando a Óttar, después de que este lo extorsione al intentar delatarlo por tenencia y venta ilegal de sustancias.

    Por la temática del secuestro y la trama de padre coraje de psique imprevisible, el filme se asemeja a títulos como Infiel (2002), Venganza (2008), Prisioneros (2013) o El mensajero (2013), e incluso al episodio de Breaking Bad 'Cat's in the Bag...' (1x02). Pero no nos engañemos ni por el planteamiento ni por el envoltorio -incluidos unos espectaculares planos aéreos con gélidos paisajes. Estamos ante un suspense tosco que no sobrepasa en calidad a una 'tv-movie' cualquiera. Se nota que Kormákur quería retratar a un Bryan Mills más realista. Pero uno, contrariamente, espera y espera, desea, que el bueno de Finnur saque un arma y se ponga a lo Denzel Washington en The Equalizer. Media hora, y nada; una hora, y nada; casi dos horas, y nada. Inverosimilitudes y agujeros de guión aparte, lo único que puede salir de aquí es un 'remake' americano mucho más osado y, por qué no, gamberro. Hasta proponemos a Mark Wahlberg como protagonista y todo.

    El morbo inútil 'à la Memento' de Orpheline

    Igualmente decepcionante, incluso más, ha sido la Orpheline de Arnaud des Pallières, conocido, por ejemplo, por Michael Kohlhaas, encabezada por el danés Mads Mikkelsen. Con un esquema 'à la Memento', el parisino nos presenta en orden inverso cuatro momentos en las vidas de cuatro personajes femeninos, interpretados por la pequeña Vega Cuzytek (Kiki), Solène Rigot (Karine), Adèle Exarchopoulos (Sandra) -sí, la Adèle de La vida de Adèle- y Adèle Haenel (Renée). ¿Pero y si todas ellas fueran la misma persona?

    Hay que reconocer que la propuesta de Des Pallières es, cuanto menos, temeraria. Pero, lamentablemente, no le sale en absoluto, y acaba cuesta abajo y sin frenos, en caída libre a una piscina llena de cemento. Y lo más preocupante es que en medio de tanta pirueta anoréxica no aproveche el talento de sus actrices, en especial el 'savoir faire' de Exarchopoulos y Gemma Arterton.

    Lo que trata -o intenta tratar sin éxito- este largo es la orfandad, tanto familiar como existencial; el desamparo educativo, la soledad familiar y lo amoral que habitan en una montaña rusa de degeneraciones y excesos causados por la adicción y la dependencia al juego, al dinero, al sexo y a la venganza. Pero el nihilismo resultante está hueco y esta oquedad se nos hace espeluznante.

    ¿Qué se supone que tenemos que descifrar al ver a una niña de 13 años, desnuda y magullada, dentro de una bañera? ¿Por qué para el galo sólo parecen existir las 'femmes fatales' y las lolitas -engalanadas con tentadores carmines y blancos virginales- como meros accesorios de hombres que las manipulan? ¿Por qué esa obsesión reiterativa, increíblemente reduccionista y carca, por los pechos femeninos? ¿Provocación narrativa? En absoluto. Más bien morbo inútil, exangüe y misógino. Aquí de lo que nos hemos quedado huérfanos ha sido de principios.

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