Una película bélica salvaje, irreverente y que muestra amor por el cine por los cuatro costados. Sólo Quentin Tarantino podría haber hecho una película como Malditos bastardos, y solo él podría además conseguir que esta sea percibida como una obra digna de admiración y premiable en galardones cinematográficos. Por eso mismo su marcha de Netflix este próximo 15 de mayo resulta dolorosa, por lo que hay que aprovechar estos últimos días donde podremos disfrutar de ella en la plataforma.
El director se pasó diez años cuidando y desarrollando el guion para esta película como si de una figura del niño Jesús se tratase. Durante esos diez años previos estuvo hablando grandes maravillas de ese guión, de que le tenía un cariño inmenso, que si era una obra maestra que estaba por llegar, que si tenía en mente homenajear todos los clásicos del cine de la Segunda Guerra Mundial.
Empleando como referencia el título en ingles de Aquel maldito tren blindado de Enzo G. Castellari, Tarantino creó toda una pieza épica en el sentido más clásico de la palabra con Malditos bastardos. La historia sigue a diversos personajes que son mostrados en diferentes actos en los que se divide la película, teniendo por un lado a una joven francesa judía (Mélanie Laurent) escapando de los generales nazis ejecutadores, por otro a un comando de soldados judíos liderados por un rabiosamente vengativo teniente (Brad Pitt), en otro a un comando secreto infiltrado en el ejército alemán y por último a un despiadado coronel conocido por su arte a la hora de asesinar judíos (Christoph Waltz).
En cierto punto la película tuvo de nombre provisional Érase una vez en una Francia ocupada por los nazis -un título que terminaría encontrando hueco como introducción a la película-, y casi resulta más apropiado para la clásica y épica historia que Tarantino quiere desplegar. El cineasta da forma con fina artesanía a una película llena de carácter, con aroma añejo de spaguetti western en la forma de presentar conflictos y personajes, y que sabe medir cuándo debe ser salvaje y cuando debe crear atmósfera.
Es también una de las películas más reflexivas y políticas del cineasta. No sólo por el evidente hecho de que aquí los nazis son los villanos desalmados, sino también por cómo va elaborando ideas sobre cómo estas fuerzas malignas y su ideología terminan arraigando en la sociedad a través de la cultura popular, la propaganda y, finalmente, el cine como intersección de ambas.
'Jojo Rabbit' y otras 9 películas que se ríen del nazismoLa entrada de las películas propagandísticas promovidas por Joseph Goebbels, o una discusión en un bar sobre King Kong cómo representación de la esclavitud son algunos de los momentos donde Tarantino se muestra más pensativo sobre el arte, al menos hasta su posterior Érase una vez en... Hollywood. Por eso, tiene sentido que decida reescribir la historia para que el momento más crucial tenga lugar en un cine, en posesión de la fugitiva judía del comienzo de la película, y que el momento donde todas las tramas se cruzan tenga lugar a ritmo de una anacrónica canción de David Bowie que fue creada para El beso de la pantera, de Paul Schrader.
Incluso aunque su estructura pueda hacerse algo cuesta arriba, y no todos los actos funcionen igual, estamos aquí ante otra gran película de uno de los cineastas más grandes, manteniendo su esencia salvaje mientras hace un cine de ambiciones clásicas.
Una singular mezcla que encontró el aplauso de la crítica, del público y de la industria, metiéndose en el bolsillo varias nominaciones y premios, incluyendo un Oscar para la actuación de Christoph Waltz. Fue la única victoria de sus ocho nominaciones, pero quedó la sensación de que Tarantino había hecho una obra grande.
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