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    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Joy

    Si yo tuviera una escoba...

    por Suso Aira

    ¿Es este David O. Russell prolífico, comercial y entregado a una troupe de actores, y a una actriz como Jennifer Lawrence, el mismo enfant terrible que descubriéramos a finales de la década de los 90? Mejor deberíamos preguntarnos si aquel director inquieto, radical, más próximo a lo contracultural que al mainstream, tenía algo que ver con quien en realidad ha demostrado ser Russell: un artesano con la capacidad (o la suerte) de haberse ganado el respeto de crítica, de público (bueno, con esta Joy no demasiado) y también una aureola, una etiqueta de que en sus productos, en sus películas, hay algo más. Personalmente creo que ese algo más se lo ponemos nosotros, quienes escribimos luego sobre su cine, pero eso sí, a Russell (que será tartamudo, tímido, pero con un ego tremendo) todo ello le pone más que acercar la cámara al cuerpo de su musa, Jennifer Lawrence.

    Así, esa aparente importancia de sus trabajos (La gran estafa americana quería ser el gran fresco del cine 70s desde la recreación; El lado bueno de las cosas no era más que el cine más arriesgado de John Cassavetes a la medida de los gustos Dirty Dancing del público del siglo XXI) tal vez no lo sea tanto. ¿Pero qué más da? Joy, que toma como modelo la women’s pic y la comedia clásica del Hollywood de los años 30 y 40, no es Erin Brockovich (que igual le gustaría). Es como esas películas con heroína de clase media (Jennifer Lawrence nació para serlo… y poligonera también) que buscaban su lugar en el sol de un mundo machista y sin oportunidades.

    La invención de una mopa es la anécdota mínima de la cual David O. Russell se sirve para volver a convocar a sus actores de cabecera, dejarles jugar (en especial a Robert De Niro) y hacerlo él asimismo con una mezcla entre lo que podría haber sido un vehículo para Judy Garland, Judy Hollyday, Carole Lombard o Julia Roberts y una extraña visión de lo que ha entendido de series como Mad Men, del cine femenino de Todd Haynes, de George Cukor y de los biopics como Tucker. Un hombre y su sueño, de Coppola. Naturalmente que no hay casi nada de todos estos directores, todos mejores que Russell, pero sí un producto competente, bien hecho, que funciona, con capacidad para sentir empatía por él y con él. 

    A favor: Jennifer Lawrence, siempre dando lo mejor con este director.

    En contra: en el fondo todo es una inmensa tontería.

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