Sinceridad ante todo: ni me gustó Top Gun (Ídolos del aire) (1986) cuando la vi de pequeño, ni me ha vuelto a gustar cuando la volví a ver ayer por la noche, por eso de refresacarla antes de enfrentarme a su segunda parte: Top Gun: Maverick. Y es raro, porque de Tony Scott, director de la primera (e icónica) película, me gusta casi todo: El ansia (1983), Superdetective en Hollywood II (1987), El último Boy Scout (1991), Amor a quemarropa (1993), Marea roja (1995), El fuego de la venganza (2004), etc. Pero no Top Gun. Quizá fuera la sensación de estar fuera de un fenómeno mundial -por mundial, me refiero a mi clase de EGB, que andaban chicos y chicas locos con ella-, que amasó 350 millones de dólares en su estreno y ascendió a Tom Cruise a un estrellato del que ya nunca se ha bajado.
Top Gun, con su vi
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