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    Festival de Cannes 2024: Repeticiones, rarezas y premio para España en la Quincena de Realizadores
    Paula Arantzazu
    Paula Arantzazu
    -Redactora de cine
    Cine indie, de no-ficción, clásico, moderno, experimental lentísimo o grandes taquillazos acelerados... "Vive le cinéma!"

    El primer tramo del festival francés presentó películas muy grandilocuentes que no estaban a la altura de las expectativas generadas

    Aunque The Second Act, de Quentin Dupieux, fuera la película oficialmente encargada de levantar el telón del 76º Festival de Cannes, fueron el ruido y la furia del Napoleón, de Abel Gance, y de la Furiosa, de George Miller, quienes inauguraron de facto el festival de festivales. Sobre el papel, los protagonistas de ambas películas serían, de hecho, una buena pareja de baile si no fuera porque les separa prácticamente un siglo de vida. Pero las dos producciones ponen en primer plano a dos personajes que, desde su condición de marginales -el primero por corso, en un momento de la historia en que Francia estaba replegada en los nuevos símbolos de la República, y la segunda por mujer- luchan por imponerse a todo enemigo. Además, tanto las películas de Gance como la de Miller pueden verse asimismo como uno de esos puñetazos en la mesa que sacuden el panorama del cine espectáculo y del cine de acción. Tan lejos y tan cerca.

    La película de Dupieux, por el contrario, no es la mejor de su filmografía. Metajuego cinematográfico en el que una pareja de amigos se ha de citar con la novia de uno de ellos, acompañada de su padre, The Second Act busca la risa cómplice entre su verborrea de chistes sobre lo políticamente incorrecto y apenas levanta la moral. La de Dupieux es una propuesta más interesante que la Jeanne du Barry encargada de inaugurar Cannes el año pasado, pero confirma a su vez esa tendencia del festival de programar como película inaugural las obras más insustanciales del curso cinematográfico francés. 

    Déjà vu en la Sección Oficial

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    Imagen de 'Megalópolis'

    Las producciones del país galo presentadas en la competición principal de Cannes también dejaron una extraña sensación de déjà vu. Wild Diamond, de la debutante Agathe Riedinger, parece un remendo de Fish Tank de Andrea Arnold, reubicando a su protagonista en la Francia del extra-extrarradio y el mundo de los influencers y los realities como telón de fondo; mientras que en Bird la propia Arnold no se aleja de sus estilemas narrativos y estéticos para contar la historia de una adolescente marginal que un día conoce a un enigmático joven llamado Bird. Con todo, y pese a esa reiteración de temas y motivos, Arnold sale victoriosa en su nuevo ejercicio y la prensa internacional ovacionó ese nuevo paso de la británica. Además, una película con Barry Keoghan (Saltburn) cantándole Coldplay a una rana para potenciar su supuestos efectos psicotrópicos merece todo nuestro apoyo.

    También la peliculita de Leós Carax, C’est pas moi, tenía algo de eco. Primero, porque en sus imágenes reverberan los postulados del Godard de Histoires du Cinéma (sobreimpresionados, lecturas críticas de las imágenes, montaje a distancia); segundo, porque la obra revisa a su vez su propia trayectoria. Aunque relegada en Cannes Premiere, sin lugar a dudas, la propuesta de Carax ha sido de lo más estimulante del Festival de Cannes y nos ha regalado, además, una de las mejores escenas poscréditos, si no la mejor, del año.

    20th Century Studios
    Image de 'Kinds of Kindness'

    Los supervivientes del Nuevo Hollywood Francis Ford Coppola y Paul Schrader no pudieron presentar películas más opuestas y, pese a todo, tan paradigmáticas de su manera de ver el cine. Aunque confiamos en que no sea así, las dos pueden verse, además, como sendas despedidas. En Megalópolis, Coppola no nos engaña y la cinta ofrece todo lo que su título promete: megalomanía, exceso, ciencia ficción y mucho Imperio Romano; pero también una muy estimable defensa de la imaginación y de la utopía, tan necesaria en estos tiempos cínicos que corren. Repleta de ideas hasta el agotamiento, a menudo ensambladas un poco sin ton ni son, Megalópolis, no obstante, regurgita amor al cine y, si hay que situarla en algún lugar, este sería el de las grandes cintas épicas y crepusculares, como la Cabiria de Giovanni Pastrone o la Cleopatra de Mankiewicz.

    El Oh Canada de Schrader es también la crónica de una triple despedida: la del documentalista interpretado por Richard Gere, que cuenta a cámara una serie de pecados de juventud que le atormentan en el otoño de su vida; la de Russell Banks, fallecido en 2023 cuya novela Foregone adapta Schrader; y la del propio cineasta, cuyas tesituras ante el abismo de la muerte empapan por completo el tono de la cinta. Es extraña, como un puzle del que hemos perdido fichas, pero deja un poso dilatado.

    Con Kinds of Kindness una podría pensar que Yorgos Lanthimos ha apretado el botón de resetear, ya sea porque vuelve a formar tándem en las tareas de guion con Efthimis Filippou, su habitual guionista pre-La favorita, o porque ha retomado el tono sórdido y dilatado de sus primeros ejercicios. Sea como fuere, este tríptico que parece una extensión contemporáneo de The Twilight Zone también dividió a la prensa: entre quienes opinaban que su nueva cinta era un ejercicio masturbatorio y quienes alabaron su triple pirueta macabra, mediaba un abismo que no dejó espacio, sin embargo, para las medias tintas. Para la aquí firmante, se trata de un ejercicio provocador más vacío de lo que sus imágenes pretenden.

    Territorio de rarezas

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    Imagen de 'Emilia Pérez'

    Dos rarezas animaron un poco la discusión cuando el fin de semana se acercaba a la Croisette: Emilia Pérez, de Jacques Audiard, y The Substance, de Coralie Fargeat. Por desgracia, la nueva cinta del temerario Audiard no consigue superar cinematográficamente la premisa de la que parte (un musical sobre un narco mexicano que quiere cambiar de sexo y de vida), y avanza secuencia musical tras secuencia musical sin lograr que sus imágenes exuden toda esa barbaridad y fantasía que se le presupone. Su insistencia en dotar de un realismo sucio a la película, como si quisiera reelaborar el Sicario de Villeneuve en clave musical, le resta bastante interés y ni siquiera la gran interpretación de Karla Sofía Gascón consigue sacarla del tedio en el que aterriza hacia la mitad de su metraje.

    Todo lo contrario sucede con el loquísimo body horror de Fargeat, uno de esos hypes cannoises completamente justificados y que, pese a su espíritu de película de medianoche, pueda circular por el máximo de festivales posibles antes de llegar a la cartelera. Su punto de partida, sencillísimo: una actriz cincuentona pero estupendísima se ve relegada a causa de la edad y decide probar una extraña sustancia con la que conseguir la mejor versión de ella misma. Cabe decir que esa mejoradísima versión es también de la peor calaña humana posible, a pesar de lo bien colocados que tiene sus glúteos. Demi Moore y Margaret Qualley, sin apenas mediar palabra, golpean de malicia y salpican de sangre a la platea como nunca antes se había visto en Cannes.

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    Imagen de 'The substance'

    Fuera del Palais, en la Quincena de Realizadores, varios fueron los títulos que levantaron los aplausos del público. En À son image, Thierry de Peretti adapta la novela de Jérôme Ferrari para explicar treinta años del terrorismo nacionalista corso. El director de Un escándalo de estado (2021) se mira en las cintas políticas de Marco Bellocchio para rastrear con una precisión y una sensibilidad muy emocionantes las relaciones de tira y afloja de Antonia, una fotógrafa de prensa, y sus grupo de amigos radicales. Lo cierto es que es magnífica, y confiemos en que pueda encontrar un lugar en festivales y salas de cine.

    Desde Estados Unidos, la joven compañía Omnes Films desembarcó con dos títulos, Christmas Eve in Miller’s Point, de Tyler Taormina, y Eephus, de Carson Lund, dos estudios sobre los lazos comunitarios y los rituales que los explican a partir de dos historias completamente diferentes: la primera es un lienzo impresionista durante una Nochebuena, con varias historias cruzadas protagonizadas por los miembros de una familia; la segunda, el último partido de béisbol en un estadio de pueblo que será demolido al día siguiente. Una última rareza destacada de la Quincena: Universal Language, de Matthew Rankin, suerte de cruce entre Abbas Kiarostami, Wes Anderson y Guy Maddin en el año en que Maddin, lamentablemente, nos decepcionó con la nada acertada Rumours.

    Todo es wéstern

    Warner Bros.
    Imagen de 'Horizon: An American Saga Chapter 1'

    Si Roberto Minervini y su The Damned nos llevaron a los años de la Guerra de Sucesión estadounidense en un slow wéstern nevado que sigue a una facción que ha sido enviada hacia territorio ignoto para vigilar la frontera, con Horizon: An American Saga Chapter 1 Kevin Costner nos ha trasladado hacia los escenarios más clásicos del género. El actor de 69 años, que aquí ejerce como productor, director y guionista, ha financiado parte de la producción de su bolsillo y, con los capítulos 1 y 2 concluidos, confía en poder convencer a inversores y finalizar así la saga.

    A diferencia, no obstante, de la cinta de Minervini, la de Costner se despliega bajo las formas seriales y el primer capítulo de la epopeya, que casi podríamos decir que reúne tres subepisodios, es una presentación de las principales líneas narrativas, todas concentradas en una cierta idea de conquista del Oeste y la lucha por el asentamiento en la frontera. Caravanas de migrantes, pueblos sin ley y renegados de la justicia se cruzan en este enorme lienzo del que, por otra parte, esperábamos mucho más

    Primeros premios

    Los Ilusos Films
    Imagen de 'Volveréis'

    Sin obviar la cita con Cannes Classics (Rosaura a las diez, de Mario Soficci; Shanghai Blues, de Tsui Hark), algún patinazo en Un certain regard (On becoming a guinea fowl, de Rungano Nyoni) y la proyección obligada de la nueva cinta de animación de Claude Barras, Sauvages, este año pudimos también pasarnos por la Semana de la Crítica para ver, por una parte, el precioso mediometraje de Elena López Riera, Las novias del sur, exploración del matrimonio y de la sexualidad de la generación de nuestras madres, además de una de las pocas cintas argentinas presentes en el festival, y Simón de la montaña, de Federico Luis. Se da la circunstancia de que el título se alzó el viernes con el máximo galardón de la competición, y no nos extraña nada. Es una película sobre la libertad y sobre los prejuicios a partir de la historia de un joven que se hace pasar por discapacitado. La interpretación de su protagonista, Lorenzo Ferro, es electrizante.

    Por último, solo podemos felicitar a Jonás Trueba, Itsaso Arana y Vito Sanz, y a todo el equipo de Los ilusos films, por ese premio Euroimages para Volveréis. Presentada en la Quincena de Realizadores, la nueva película del director de Todas las canciones hablan de mí es una pequeña comedia romántica sobre una pareja que decide separarse y celebrar una fiesta. Ecos de la comedia americana clásica, ejercicio metaficcional y hermosa reivindicación de la vida como un ensayo de nuestros anhelos, es claramente la cinta más accesible de Trueba. "Siempre he querido pensar que las pelis que hacemos intentan ser transparentes, que hagan sentir que los que estamos haciendo la película estamos ahí", nos contaba en una entrevista en Cannes. El 30 de agosto se estrena en salas españolas y, claramente, volveremos a verla. 

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